Josep Maria Caba Boixadera: «Las dificultades que encontré al traducir a Stig Dagerman no fueron lingüísticas, fueron emocionales”
Octubre de 2018. Estamos en una pastelería de Hogdalen (Estocolmo), un día antes de pasar por el hospital para un achaque de la edad. Josep Maria Caba Boixadera (1949) nos ha visto venir desde el balcón de su casa, nos ha reconocido, nos dice que ahora baja. Se trata de un hombre enjuto, inteligente, de ojos, a pesar de todo, penetrantes, lleno de precisión y sabiduría, que derrama con enorme generosidad. Queremos hablar con él porque sus traducciones de Stig Dagerman (1923-1954) son deslumbrantes y, sin embargo, no sabíamos que vivía aquí al lado. Josep Maria Caba -en Suecia se ha quitado el “María”, porque lo clasificaban en el nicho burocrático de mujeres, aquí es “José Caba”- ha sido un errante por Europa y vive en Bangkok la mayor parte del tiempo. Lo que nos lleva a encontrarlo es la lectura de su traducción de Otoño alemán, un libro fundamental en la cultura europea del siglo XX que en España está descatalogado. No se trata de un traductor profesional, su obra es escasa, pero es uno de los mejores traductores del sueco que conozco. Queremos que nos revele su forma de hacer.
EQP.- ¿Cómo acaba usted en Suecia?
JCB.- Yo salí de España en 1970, quería conocer mundo, más que por una cuestión política, para aprender idiomas. Estuve en Inglaterra, conocí a la mamá de mis hijas, que es finlandesa, y de Londres a Estocolmo, y ahora paso desde hace seis años la mayor parte del tiempo en Bangkok. Cuando era joven patinaba, esquiaba, superdivertido, pero ahora los huesos están viejos y prefiero el calor. En Tailandia con unas sandalias, unos pantalones cortos, una camiseta y una gorra, va bien. Y no compro una vivienda, alquilo. La comida, como en la calle, la ropa la dejo en la lavandería, limpiar el piso le pago al personal del lugar y me lo hacen, la vida es bien sencilla, y no tengo nada. Todo lo que tengo, que me interesa llevarme, cabe en una bolsa, para mí eso es libertad.
¿Y la lengua?
Cuando llegué aquí no sabía sueco, pero en Inglaterra compraba la prensa inglesa y cuando iba en el metro iba leyendo. O estaba con mi ex en un local, un lugar, un lugar de baile hablando con ella en inglés y a lo mejor iba al baño y me preguntaban “es usted americano”, “no, no, español”. El sueco lo he adquirido en la vida y estudiando; hice cursos. He leído mucho, pero de escribir hace tiempo que no hago cosas, aunque tengo tiempo.
¿Qué escritores suecos ha leído con más interés?
A mí suecos recientes Hjalmar Söderberg. ¿Conoces Doktor Glas? Claro. Es un clásico. El autor, Söderberg y luego me gustaba una autora finlandesa suecoparlante Edith Södergran. Y un autor que escribe sobre la época vikinga, cuando el cristianismo, un novelista sobre temas históricos, Jan Fridegård. Y me gusta Marianne Fredriksson, que por cierto se la recomendé a un amigo que la tradujeran, pero ya está traducida al español. Yo no he estado en ambientes literarios, ni entre escritores ni entre traductores. Cuando estaba en Londres había otros españoles conocidos, pero ellos se movían en ambientes españoles y yo en ingleses, por lo que mi inglés es mejor que el suyo, yo llegué a soñar en inglés. Conocí en el 76 a Sabina, teníamos amigos en común y estaba empezando. Cuando se empezaban a ver los cambios en el país la gente se movilizó y en Londres hubo mítines con Sartorius y Marcelino Camacho y él se movía con esta gente.
Vamos a Stig Dagerman. Lo primero que conozco es la traducción en 1960 de una pieza suya en una antología de teatro sueco contemporáneo (“El condenado a muerte”), en Aguilar. Después Seix Barral publica una de sus novelas, Gato escaldado (1962). Esto es a principios de los 60. Sin embargo, luego se hace un vacío de más de treinta años, hasta que Alfaguara publica La serpiente en 1997.
Eso parece. Por esa época es cuando un amigo mío me dice que quiere publicar La serpiente (Ormen) en español. Mi amigo tenía este proyecto, él quería que tradujera La serpiente pero allí fue que por diferentes motivos perdimos contacto, pero él lo que quería es traducir Ormen. Mi amigo el editor descubrió a Dagerman de casualidad, a través de una traducción no sé muy bien si del francés o del portugués en una feria internacional. Tampoco lo conocía, para él fue una revelación.
Y traduce Otoño alemán (1947), un viaje al interior de la Alemania destrozada después de la II Guerra Mundial, que se publica en 2001 en la editorial catalana Octaedro.
Sí. Es una recopilación de artículos publicados en el Expressen. Esto fue una serie de reportajes para la prensa vespertina. Hay que tener en mente que Otoño alemán es una serie de reportajes que se publicaron en un periódico, de hecho cada capítulo no es un punto y seguido, cada capítulo es…
Creo que en el primer capítulo en Hamburgo se utiliza de la palabra “hyreskaserner”. Creo que está en el primer capítulo. En el Otoño alemán. “Kasern” es un cuartel, pero también se usa para edificios en forma de cuadro, con un patio enmedio y “hyres” quiere decir que son viviendas de alquiler, porque entonces en el centro y norte de Europa, sobre todo en la parte norte de Alemania, hay esos edificios donde los pisos son de alquiler. No recuerdo como solucioné esto, si puse una nota de autor o simplemente describí, no me acuerdo, pero… Creo que describí, digamos, porque ahí uno intenta expresar las cosas tal y como se expresan en el idioma al que traduzco o escribo, pero en algunos casos no hay, y dependiendo de si el detalle es importante o no ahí uno busca una nota del traductor o una explicación… 1El traductor usa la expresión “casas baratas” (Otoño alemán, 2001, 18) para “hyreskaserner”.
¿Por qué Otoño alemán no se publica en español hasta 2001, siendo el gran libro documental de la posguerra alemana, a la altura de la película de Rosellini, Berlín año cero.
Yo creo que en cierto modo es por provincialismo. Yo creo que hay algo de provincialismo. Los españoles, cuando se trata de vinos, conocemos los de la región, pero no más.
El libro está descatalogado, no se puede encontrar. Hay una edición mexicana en Sexto piso, no sé usted lo sabe.
No. Mi amigo quería que tradujera La serpiente, que no hice, porque perdimos el contacto y al final no lo hice. Yo no traduje La serpiente, pero me la propuso este amigo, pero ahí pasaron cosas y nada. Y antes de Otoño alemán traduje Nuestra necesidad de consuelo es insaciable… que se publicó en una edición “pirata”, y que hace unos años rescató Pepitas de calabaza, que es la primera edición “legal”. Otoño alemán tuvo muy buena recepción de la crítica, en el suplemento de libros de El País hubo una reseña impresionante. Una crítica buenísima.
De modo que la traducción de Nuestra necesidad de consuelo es insaciable… (“Vart behov av tröst är omättligt…”, 1952) es anterior a Otoño alemán.
La primera publicación de Nuestra necesidad de consuelo es insaciable… fue “pirata”>. El mismo editor de Etcétera hizo la publicación pero sin derechos, la traducción que yo hice. Es el mismo editor que ha editado el Otoño alemán en Octaedro, que es lo mismo que Etcétera 2 Dagerman: Nuestra necesidad de consuelo es insaciable… Logroño : Pepitas de Calabaza, 2007.
¿Fue un encargo?
Lo traduje porque me lo pidieron, así de simple, pero evidentemente las dificultades que encontré al traducirlo no fueron lingüísticas, fueron emocionales. Es muy fuerte que una persona, de forma racional, no explícitamente, explica por qué se va a quitar la vida. Por lo demás, cuando los anarquistas supieron que yo había traducido a Dagerman, me dijeron “ah, pero tú eres anarquista”. No, yo he hecho una traducción. “Ya, pero si lo tradujiste es porque estás de acuerdo con…”. No, yo hice una traducción, no hay que darle más vueltas. Piensa que es la obra póstuma. Esto fue un adiós a la vida. Lo otro fue periodismo. Yo de las obras de Dagerman, que no las conozco todas, yo estas cuartillas testamentarias las pondría aparte. Una cosa es la obra literaria, pero esto en realidad es como un testamento. Yo lo veo así.
Es verdad, aunque a mí la impresión que me da es que Dagerman intentaba buscar motivos para no suicidarse.
Es posible, pero su razonamiento no le dio, porque le faltaba fe religiosa, en el texto lo describe todo. Es un testamento emocional. Ha decidido quitarse la vida y da sus razones, el porqué no encuentra motivos para no hacerlo.
La edición “pirata” tenía unas tapas amarillas y con letras rojas. De hecho mi amigo y su señora estuvieron de visita y fuimos a ver la tumba de Dagerman, que está aquí en Älvkarleby. Incluso hay una asociación Stig Dagerman en Älvkarleby. Ahí está enterrado. En realidad se llamaba Jansson, eso es un alias el Dagerman, es un nombre de guerra.
La edición de Pepitas de calabaza lleva un texto muy largo y muy bueno de Federica Montseny, “Stig Dagerman, o la tragedia del genio”, de 1954, en el que se ve claramente que Montseny conocía bien a Dagerman, que estuvo en Suecia con él.
De hecho la primera esposa de Dagerman, Anne Marie Götzes, era sindicalista, una refugiada alemana hija de voluntarios de la Guerra Civil española, pero luego se casó con Anita Björk, una actriz que murió hace unos años.
Ya me ha dicho algo sobre su forma de traducir, cómo afronta esta tarea.
Cuando yo traduzco, intento utilizar las expresiones que se usan en el lenguaje al que traduzco en el momento en que lo traduzco. En La serpiente, por ejemplo, se usa una palabra que es “bolme”. Cuando aquí recogen la paja, el heno lo ponen en una especie de montón que se llama “bolme”. Es una palabra que a mí me da una imagen bien concreta, pero qué importancia tiene traducir eso; en España no se hacen las cosas de esa forma, para qué perder el tiempo en explicar algo que en España no tiene ninguna importancia. Yo veo la palabra y la traduzco como “paja”, o sea, omito algo pero que no tiene ninguna trascendencia. Yo he visto a gente que al principio tiende a traducir literalmente. La traducción no debe tener demasiado detalle; si hay un pájaro que no existe en español, eso entorpece la legibilidad. Yo hace décadas, por ejemplo, que no he oído la palabra “gamo”. Los jóvenes españoles escuchan “gamo” y dicen “con qué se come”. Y la palabra en sueco es común, es “bock”, el macho del ciervo, el “macho cabrío”, y yo lo traduje simplemente como “ciervo”, porque en el contexto es un detalle insignificante, es decir, no tenía que dedicarle tiempo a explicar qué es el “bock”, que es el macho del ciervo, pero que aquí lo usan también para otras especies, la familia de los rumiantes, igual que para los alces, el reno, etc. el macho el “tjur”, el toro, la hembra es “ko”, la vaca, y la crías son “kalv”, becerros. En el caso del alce, tenemos el “älgtjur”, “älgko” y “älgkalv”. En el caso del reno, “rentjur”, “renko” y “renkalv”. Son los cérvidos, “hjodrtjur”, “hjodrko” y “hjordkalv”. O sea, ese fue un detalle que en ese momento yo consideré que no tenía ninguna trascendencia en español, aunque sea relevante en sueco, de modo que traduje simplemente “ciervo”.
Hay que encontrar un equilibrio entre color local y fluidez.
Yo tengo mi método y creo que me ha funcionado. Cuando uno traduce, lo que trae muchas dificultades son las frases hechas. Te voy a recomendar un par de textos de canciones suecas. Por ejemplo, si alguien te dice “en vacker dag”, no es literalmente “un dia bonito” sino que en realidad significa “uno de estos días”, como en “jag har glömt dig en vacker dag” (“Te olvidé uno de estos días“). Y, por ejemplo, “hon dansade en sommar”, que literalmente es “bailé un verano”, nosotros decimos “fue flor de un día”; o “ingen kan svära sig fri”, eso significa “nadie puede ser libre bajo juramento”, pero es “lavarse las manos como Pilatos”, pero literalmente es “nadie puede ser libre bajo juramento”.
Yo lo he visto en traducciones, incluso algunas clásicas… A ver, se trata de dominar el idioma. Hay traductores que traducen sin conocer el idioma. Yo he visto y sigo viendo errores garrafales en traducciones, y es porque… pero bueno, cada loco con su tema… Por ejemplo, ¿cómo se dice “inadaptado” en inglés? Es “misfit”, ahi ves el “fit”, la “adaptación”, no la fuerza, que también se dice de la gente que está en forma física (“fitness”). No hacer bien esta traducción es un error garrafal, y a ver quién toca eso después de unas cuantas décadas.
¿Qué traductores del sueco le gustan?
Su servidor. Es que yo me he movido en diferentes ambientes, y Suecia es un país pequeño y los círculos son reducidos. A ver, en España los programas de televisión se doblan. Cuántas voces se dedican al doblaje, pocas. Y aquí pasa lo mismo. En periodismo, literatura, es un mundo muy pequeño. En algunos países hay grupos que compiten, aquí no, es casi como vivir en una sociedad feudal, nadie causa problemas, porque si causa problemas ya está fuera, ojo.
Y nunca ha tenido interés por traducir más cosas literarias, aparte de Dagerman.
He hecho traducciones, pero no literarias. He escrito; y lo curioso es que ahora que tengo más tiempo de hacer cosas no las hago. No he traducido de literatura más que peticiones en un momento muy concreto. A ver, cuando yo produzco es como cuando yo escribo, escribo para la mente en más de un idioma, entonces lo que hago es que, si escribo, debo tener la idea clara y expresarla como se expresa en cada idioma, y cuando traduzco primero leo, y cuando tengo el contenido claro intento luego explicarlo como se explica.
Lo que yo no haría es ponerme a traducir poesía, porque en mi opinión la poesía tiene un contenido y un estilo, y, cuando se traduce, una de las dos cosas se pierden. Entonces, o sea, no la toco la poesía por esta razón, porque es una misión imposible. Hay gente que lo hace y me parece muy bien, pero yo no me atrevería…
Stig Dagerman se suicidó en Enebyberg, barrio de la periferia de Estocolmo, en 1954, tras cinco años de silencio literario, sólo roto -dos años antes de su muerte- por su testamento vital, Nuestra necesidad de consuelo es insaciable… (“Vart behov av tröst är omättligt…”, 1952):
Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de Dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si ésta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable.