En el principio fueran las suecas y el bikini. El bikini de Elke Sommer en Bahía de Palma (1962)
El precipitado rodaje de Bahía de Palma. El equipo es prácticamente idéntico al de El último verano: Vela Jiménez y Colina a la máquina de escribir, Esteban y Lorente a la calculadora, Miguel F. Mila tras la cámara, José Solá con la batuta -que en esta ocasión va a tener importancia capital- y Bosch coordinándolo todo e intentando imprimir ritmo al conjunto. Arturo Fernández repite como creador con el corazón desgarrado. Esta vez es Mario, un pianista especializado en la obra de Chopin, que recala en una boite mallorquina en la que Olga (Elke Sommer) y su pandilla de amigos ricos y superficiales intentan matar el tedio que suponen sus vidas a base de gamberradas y dolce vita. Mario le pega a la joven caprichosa la bofetada que su padre no le ha pegado nunca y que ella estaba deseando recibir. Como venganza, Olga hace que le despidan del club. Mario inicia entonces un idilio con Clara (Teresa del Río), la prima pobre de Olga, que ya lo conocía de antes y le admira profundamente como pianista. Sin embargo, antes de enfrentarse a la interpretación del concierto de Chopin que supuso su quiebra emocional, Mario se da cuenta de que a quien ama de verdad es a Olga. Los diálogos de fotonovela quedan compensados cada tanto por la verborrea de Cassen, en el papel del baterista del combo, trapisondista y obsesionado por las suecas. Fue una sugerencia de Bosch para equilibrar un poco la balanza de tanta transcendencia. Este contrapunto alcanza también a las composiciones musicales: las piezas del huésped de la cartuja de Valldemosa tienen como contrapartida los ritmos bailables de José Solá, que lo mismo le da al mambo o al slow que recicla un madison twist. Sin embargo, Solá prefiere sus composiciones jazzísticas para los policiales de Bosch y Julio Coll que estos trabajos en cintas «sin grandes temas argumentales ni ambición artística», aunque «en su momento resultaban agradables de ver y marcaron una época muy determinada del cine español». José Solá a Joan Padrol, en Emilio C. García Fernández (ed.): Memoria viva del cine español. Madrid, AACCE, 1998, pág. 398.
fue el primero, aunque en el cartel de la película aparecía aún con un jerséi. Destaca el papel de Cassen como baterista del combo, trapisondista y obsesionado por las suecas. Cuenta Alfredo Landa:
Ese año entraron en España turistas a mansalva y también se estrenó Bahía de Palma, aquella película en la que Elke Sommer lucía un bikini por primera vez en el cine español. Cuando se empezó a correr la voz, en muchos pueblos se fletaron autobuses para ir a los cines de la capital. Y claro, enseguida empezaron las protestas de los obispos, que no consiguieron taparle el ombligo a Elke Sommer, pero presionaron a los exhibidores hasta que le cambiaron el bikini por un traje de baño en los carteles. [Alfredo Landa en David Barba: Cien españoles y el sexo. Barcelona, Plaza & Janés, 2009.]
En 1962 entra Manuel Fraga como ministro que pone al frente de la Dirección General de Cinematografía y Teatro a José María García Escudero, que había dimitido del mismo cargo una década antes. Apenas ha ocupado su nuevo despacho, el católico García Escudero debe lidiar con la actitud ultramontana de las organizaciones eclesiales. El 21 de diciembres de 1962 anota en su diario:
¡Qué país! A mi derecha están los que protestan ruidosamente en los cines por los bikinis de Bahía de Palma y el anónimo en que «Juan Español» pide a los Padres de la Junta de Censura que se vayan a rezar. A la izquierda tengo a los del ¡Viva Zurlini! Y en medio, el bobo: yo, que debo de estar volviéndome político, puesto que ya no pienso sólo en lo que hay que hacer, como en los primeros días, sino en cómo voy a poder hacerlo en esta sociedad española que no es una, sino dos, y la una me frena y la otra no me ayuda. [José María García Escudero: La primera apertura. Diario de un director general. Barcelona: Planeta, 1978, pág. 50.]
Elke Sommer luce al principio de la película el bikini negro que fue motivo de escándalo —con la consiguiente promoción— aunque en la versión española no aparece con otro blanco que sí figura en las fotos promocionales y en el cartel para el mercado azteca, al que llegó en 1964 con el expresivo título de Mallorca, besos de fuego. En Alemania el título vino a significar algo así como «Juego y pasión» y en Francia se estrenó como La tigresse. De que la intención inicial era la exportación dan cuenta sendas fotografías promocionales de una escena en la que la actriz alemana aparece desnuda en la cama para la doble versión.