Archivo de la categoría: Viajes

Fotos de escritores españoles de Kjell A. Johansson

Kjell A. Johansson (1935-2021) fue uno de los mayores conocedores y divulgadores de la literatura española en Suecia durante el siglo XX. Conoció personalmente a muchos de ellos. En su libro Spansk och katalansk prosa under diktatur och demokrati (1993) reproduce fotografías propias de 7 de ellos. Las publico aquí. No sé cuándo fueron tomadas ni dónde. Delibes, Goytisolo, Antonio Ferres, Buero Vallejo, Cela, Fernández Santos, Juan Marsé.

Visita de Alfonso XIII a Estocolmo (septiembre 1928)

En 1927 y 1928 los reyes Alfonso XIII de España y Gustavo V de Suecia intercambiaron visitas entre los dos países. El rey Gustavo visitó España en 18-24 de abril de 1927. En septiembre del año siguiente, el rey Alfonso viajó a bordo del crucero “Príncipe Alfonso” hasta Estocolmo.

Fue recibido por el rey Gustavo y por el príncipe heredero Gustavo Adolfo, ambos luciendo el collar de la Orden del Toisón de Oro, enseguida embarcaron en la barcaza real «Vasaorden». Después de que los soberanos revisaron la guardia real, siguieron en un cortejo formado por varios carruajes hasta el Palacio donde fue servido un almuerzo privado.

La visita incluyó un baile en honor de los Oficiales del “Príncipe Alfonso”, una visita a un regimiento de Cabellaría y al Ayuntamiento de la ciudad de Estocolmo. Se celebró una comida de gala en la Legación Española, en presencia de los reyes Alfonso XIII y Gustavo V, y visitas a varios Museos de la capital sueca.

En una de las noches, el rey Alfonso, la familia real sueca al completo y la princesa Alicia de Grecia (prima hermana de la reina Victoria Eugenia y madre del Duque de Edimburgo) asistieron a una función de gala en la Ópera de Estocolmo.

El rey y la familia real Sueca presidieron a una fiesta de caridad en un Estadio y marcaron presencia en una cacería seguida de un almuerzo en Lillskog.

Foto de los reyes que se encuentra en la Embajada de España.

Svd, 15 septiembre 1928.

Los suecos en Torremolinos (1953-1973)

La época dorada del turismo sueco en Torremolinos va de 1953 a 1973.

En julio de 1953 se empiezan a edificar unos modernos apartamentos que llevan por nombre «Casa Suecia», en la cuesta del Tajo. En 1951 llegaron a Torremolinos 251 suecos (a la cabeza figuran los ingleses con 1.256 visitantes, los británicos son los más decididos entusiastas de Torremolinos, los sábados, desde Gibraltar, se desplazan muchos para disfrutar el fin de semana, seguidos de 752 franceses, los suecos y 114 belgas). De los 7.000 viajeros que pasaron por Torremolinos en 1953, 489 eran suecos.

1954

En 1954 comienza la leyenda de las suecas, cuya máxima expresión la tendremos a partir del año 1966, en conocidas comedias cinematográficas. ¿Por qué fueron las suecas las preferidas de los españoles, y no las danesas, las noruegas, las inglesas, las francesas o las alemanas, que estadísticamente veraneaban en mayor número? ¿Qué hacía distinto al colectivo de las suecas? ¿porqué se han perpetuado en el imaginario popular español, como símbolo sexual de una época determinada? La respuesta se encuentra en el Colegio Sueco de Vacaciones para señoritas, que se instala en Torremolinos en julio de 1954 y que permanecerá en actividad hasta mediados de los 60.

1958
El 22 de marzo de 1958, la princesa Margarita de Suecia llega a Málaga para pasar unas semanas de descanso en el hotel El Pinar de Torremolinos.

Se funda el Skal Club Torremolinos, coincidiendo con el ´boom´ del turismo en la zona. 1.

1963
26 Mayo 1963. En el número 25 de la calle del Carmen, en la Carihuela, acaba de abrir sus puertas Don Pedro. Se trata de una galería de arte y especie de club privado para socios suecos. Su impulsor y propietario es Per Egon Goranssson (Högestad, Escania, 1924-2013), conocido como Don Pedro en Torremolinos.

Goransson fue una institución en La Carihuela, y se dice que fue quien recibió el primer vuelo chárter sueco a la Costa del Sol en 1959. El primer avión chárter con suecos que aterrizó en Málaga fue un Curtis de Transair con 52 pasajeros. Fue el creador de la Spansk Nordiska Sällskapet en Costa del Sol.

1965
9 Septiembre 1965. En las primeras horas de la madrugada del miércoles, se notó un fuerte ruido en la denominada Bajada del Tajo, camino que conduce a las playas del Bajondillo. Según los informes, en dicha bajada existía una cueva que fue revestida con un muro y por efecto de la humedad se ha derrumbado, desprendiéndose gran cantidad de tierra y piedras, cuyo desplazamiento causó enorme ruido. Una de las casas de la bajada ha quedado al aire, por lo que se ha cortado el acceso. Asimismo el Hostal Sola ha sido despejado, que se encontraba repleto de turistas, los que han sido acoplados en otros lugares. En el suceso hubo que lamentar lesionadas, tres súbditas suecas y Remedios González López, de 39 años, vecina de la calle Bajondillo 43, a la que se le apreciaron lesiones leves.

Don Pedro, 1965.

1966
3 Julio 1966. Frente a “Playamar Beach”, cerca de la playa del Lido, encalla el barco sueco “Iris”. Dos hombres rana y un técnico afecto a los servicios marítimos se hicieron cargo de la situación e intentaron el rescate. Finalmente, el barco se partió en dos.

1967
7 Mayo 1967. Miss Suecia, la señorita Eva Lisa Svensson, dice adiós a la costa, después de sus vacaciones en el Hotel 3 Carabelas.

1968
10 Marzo 1968. El Embajador de Suecia en España, Herbert de Borgenstierna, preside la rotulación de las calles Skål y Suecia en la zona de la Roca de Torremolinos. Asistió después a una cena ofrecida por el Skål Club.

1 Mayo 1968. Días atrás se han inaugurado en la urbanización Benyamina un restaurante y una sala de fiestas, cuyos nombres respectivos son “Patos Club” y “Restaurante Sol Arena”, al frente de ambos se encuentran F.C Parkell, inglés y Alf Nilsson, sueco y muy conocido en Torremolinos.

15 Agosto 1968. La actriz sueca Anita Ekberg, después del rodaje de “Un sudario a la medida”, rodada en la Costa, estuvo de compras en Torremolinos; en la boutique Don Miguel eligió un amplio vestuario veraniego.

18 Septiembre 1968. En la sala de fiestas Eldorado se celebró la elección de su miss, que recayó en la señorita sueca Christina Brissman, de Estocolmo (19 años).

1969
24 Septiembre 1969. Pedro’s celebró la elección de su miss, que recayó en la sueca de 19 años, Anne Marie Borden, una chica que llegó a Torremolinos hace una semana y donde piensa quedarse 4 meses, con la finalidad de aprender el español.

1970
5 Abril 1970. Abre el restaurante El Sombrero, en el Pasaje Pizarro, regentados por la sueca Lizzi Sjoedin y su esposo Pedro Fernández, antiguo barman del restaurante Florida. El Pasaje Pizarro fue el mítico lugar al que llegaron Silvio y Gualberto García, buscando un sitio para dormir: «Había como una especie de túnel pasadizo, creo que se llamaba el pasaje Pizarro. Vimos a unos suecos tocando en un garito y preguntamos allí si nos pagarían algo por tocar, que éramos músicos. Y el tío nos dijo: «En el descanso tocáis». Y allí que nos pusimos, yo con la guitarra eléctrica y Silvio a la batería, y no me acuerdo de lo que tocamos, pero fueron un montón de canciones. El caso es que les gustamos y nos preguntaron cuántos éramos en realidad. Les dijimos que a veces éramos cuatro, otras cinco, y el tío nos contrató todo el verano, a cambio, eso sí, de que fuéramos todos allí. Entonces nos dio dinero, cogimos una pensión barata, y desde allí llamamos a los otros […] Durante un mes, tocando todos los días en el club Top Ten y en el Top Twenty, un montón de horas… «.

1971

3 Julio 1971. En su primer aniversario, y en un impactante cartel donde figura una relación de todos los artistas que pasaron por su escenario, entre ellos Las Supersuecas, grupo de 1971. Sé que este «grupo de esculturales mujeres» tocó también en la Discoteca 2.000 de Mallorca. Y en el Saboga de Porto Cristo.

7 Diciembre 1971. Homenaje en Casa Suecia. Un simpático y merecido homenaje fue rendido el pasado domingo a la pintora danesa señora Jytte Boje, en Ricardos Smugler, Bar de Casa Suecia, en la Cuesta del Tajo de Torremolinos. Este homenaje coincidió con la inauguración de una exposición de sus obras en el citado local.

Don Pedro, 1971.

1973
19 Abril 1973. Serafín Ponte, Tomás Chacopino y Antonio Sevilla, el singular trio que anima las noches de “Serafino”, han ganado un viaje a Suecia, invitados por la firma fabricante de la caja registradora, que utilizan para acompañarse en sus ritmos. En Suecia filmarán unos spots comerciales para la televisión sueca. Cajas registradoras Hugin kassaregister.

14 Mayo 1973. Con motivo del II aniversario de la sala Cleopatra, se celebra la elección de “Miss Cleopatra”, que recayó en la señorita sueca Tina Bjorklend.

25 Septiembre 1991. Con asistencia de miembros de la corporación municipal así como un numeroso grupo de personas, se inaugura la calle «Castillo del Inglés», anteriormente y desde 1968 denominada calle «Suecia». La iniciativa partió de un colectivo de vecinos, coordinados por el historiador Carlos Blanco, que demandó la restitución del antiguo nombre de la calle, en homenaje a George Langworthy, Hijo Adoptivo y Predilecto de Torremolinos. Tras la inauguración se ofreció un cóctel a los presentes en el Hotel Castillo Santa Clara, descubriéndose un monumento en su honor en los jardines del complejo hotelero.

Cf. Torremolinos Chic

NOTAS

  1. que ha dado a la organización tres presidentes mundiales -Salvador Buendía en 1977, Antonio García del Valle en 1985 y Antonio Espinosa en 1998-, todos ellos de la misma empresa: Viajes Savitur. Además, García del Valle también fue presidente mundial y es presidente honorario del Skal Club Internacional, honor que también tiene Buendía.

Lasse Westman: «Sång till en spansk stad» (1957)

El abuelo de Lasse Westman (1934-2021) fue el famoso arquitecto Carl Westman, que diseñó el ayuntamiento de Estocolmo así como una gran cantidad de villas en la Salsjöbaden de los Wallenberg, donde creció. Su padre, Ragnar, ingeniero, quería que su hijo también fuera arquitecto. Pero no, lo único que se le daba bien en la escuela era escribir. Así tenía que ser: poeta.

Fue así como debutó en la revista Vi de Konsum en mayo de 1957 con un «Sång till en spansk stad» («Canto a una ciudad española»), cuya última estrofa dice:

Ett sorl av röster vattnar torget
där vi står
Och från en blånande altan slår sången ut;
Vem är det som förvandlar rymden över oss
till ett bländande hav av ljus? 1

Westman fue un niño rico que se pasó la juventud de vagabundeo. Estando en Barcelona para cubrir una huelga fue detenido por la Guardia civil y desterrado de España de por vida. Westman se compró una segunda residencia en Villajoyosa.

  1. Un murmullo de voces riega la plaza
    donde estamos
    Y desde un balcón teñido de azul estalla la canción:
    ¿Quién es el que convierte el espacio sobre nosotros
    en un deslumbrante mar de luz?

Pabellón de Suecia en la Exposición de Barcelona (1929)

Editorial: Chocolates Eduardo Pi (1929) 11 x 7,5 cm, cartoncillo.

El pabellón fue obra de Classon. La Torre (Funkis) con su forma piramidal, salió en 1928 del aserradero de Örbyhus, Suecia, y fue transportada por mar hasta la Montaña de Montjuïc, Barcelona, en donde fue erigida en 1929.

Petición ciudadana «Reconstrucción de la Torre del Pabellón de Suecia» en el mismo lugar donde fue levantada durante la Exposición Internacional de 1929, en Montjuïc. El objetivo es lograr una réplica respetando la técnica original de su construcción en madera, fiel ejemplo del funcionalismo de la época, en sueco “funkis”.

Un sueco en Jerez (La bodega, 1905, de Blasco Ibáñez)

El empleado sueco en Jerez (cap. 1):

Dos empleados extranjeros, uno francés y otro sueco, eran tolerados como necesarios para la correspondencia extranjera; pero don Pablo les mostraba cierto despego, al uno por su falta de religiosidad y al otro por ser luterano. Los demás empleados, que eran españoles, vivían sujetos a la voluntad del jefe, cuidándose, más que de los trabajos de la oficina, de asistir a todas las ceremonias religiosas que organizaba don Pablo en la iglesia de los Padres Jesuitas.

La visita del agente comercial sueco (cap. 2):

Los Dupont tenían un viajante sueco, el mejor agente [propagandista] de su negocio. Colocaba miles y miles de botellas del vino de fuego que producía Marchamalo, en aquellos países septentrionales de noches casi eternas y días de pleno sol, que duran meses. El viajante, después de muchos años de servicios a la casa, había venido a España, pasando por Jerez, para conocer personalmente a los Dupont. Don Pablo había creído indispensable el invitarlo a comer con su familia.

Horrible tormento el que sufrió su madre ante aquel desconocido, enorme de cuerpo, rojo y hablador, con esa alegría infantil de los hombres del Norte cuando se ponen en contacto con el sol y los vinos de los países cálidos.

Doña Elvira acogía con una sonrisa traidora su charla incesante en un español trabajoso; los gritos de asombro que le arrancaba el haber visto tantas iglesias, tantos frailes y curas, tantos mendigos, los campos cultivados como en los tiempos prehistóricos, las costumbres bárbaras y pintorescas, las plazas de ciertas poblaciones llenas de hombres con los brazos cruzados y el cigarrillo en la boca, esperando que fuesen a alquilarles.

Dupont tosía fingiéndose distraído como si no oyese al huésped, mientras su madre seguía con asombro los estragos que hacía el forastero en los platos. ¡Qué manera de comer! Aquello no podía hacerlo un cristiano. Además, era rojo, como Luzbel y Judas, el color de todos los enemigos de Dios, y su cara inflamada, de ogro en plena digestión, le hacía recordar las de los malos espíritus que gesticulaban horrorosos en las láminas de su devocionario. ¡Y tener que tratar herejes de esta clase, que se burlaban de un país cristiano porque aún conserva puros e intactos los recuerdos de tiempos más felices! ¡Verse obligada a sonreírle, porque era el mejor cliente de la casa!…

Cuando Dupont se lo llevó, terminada la comida, la señora hizo que los criados quitasen apresuradamente el cubierto, los vasos, todo lo que había servido al forastero, sin que ella se atreviese a tocarlo. ¡Que jamás volviese a ver aquello en la mesa! El negocio era una cosa y otra el alma, que debía conservarse limpia de todo contacto impuro. Y al volver los criados al comedor vieron a doña Elvira, con la pililla de agua bendita de su dormitorio, rociando apresuradamente la silla en que se había sentado el ogro rojo e impío.

Arvid Fougstedt en España (1916-1917)

«Estación española» (Ávila) (1919) de Arvid Fougstedt (1888–1949).

El pintor sueco Arvid Fougstedt (Estocolmo, 1888–1949) estuvo en España durante la Gran Guerra. Fue a París para estudiar en la Académie Colarossi con Christian Krohg como profesor (1908), y en la escuela de Henri Matisse (1910). Durante estos años parisinos tuvo la influencia clasicista de Jacques-Louis David, y estudió a los maestros del Renacimiento francés. En febrero de 1913 en París tuvo la oportunidad de admirar la exposición «David et ses élèves», que lo orientó hacia el clasicismo. Lo marcó enormemente Pascin y sus líneas finas.

En febrero de 1914 se le permitió alquilar el antiguo estudio de Pascin, en el número 3 de la rue Joseph Bara. Allí, durante la guerra, nació su hijo Erik, a quien el padre retrató al óleo en 1928, Erik como Joseph Bara. Ahí fue donde maduró su estilo al que llamó den nya sakligheten («el nuevo prosaísmo»).

Durante la Gran Guerra participó en un concurso estatal de premios »La guerra en imágenes». Produjo doce acuarelas aceptadas y bien pagadas; se imprimieron como postales y se difundieron como propaganda, principalmente en Estados Unidos.

En 1916 recibió el encargo de pintar en Madrid el tríptico del altar de Memling que está en el Museo del Prado, algo que también influyó en su estilo. El niño Jesús desnudo le parecía una encarnación estética de su propio hijo Erik, de 6 meses. El hijo siguió siendo a lo largo de los años un motivo siempre recurrente.

En marzo de 1917, AF dejó París con su familia y viajó por Suiza y Alemania hasta Estocolmo. Su estilo había alcanzado una síntesis del Imperio francés, el cubismo, el Renacimiento alemán y el Renacimiento holandés. En su primera exposición en Sthlm en febrero de 1919, F mostró, entre otras cosas, el óleo »Ingres en el taller de David» (1918) 1

«Músicos callejeros españoles», de Arvid Fougstedt (1888–1949). A partir de un dibujo que se conserva en el Moderna muséet de Estocolmo.

Más obra
Baile español (París, 1914) / Baile español (París, 1914) / Gerda och Erik (29.05. 1916, su mujer e hijo) / Tipos de Madrid (7.06.1916) / Calle de Madrid / Madrid / Barbería española (1929) / Escenas de toros 1, 2, 3 / Motivo callejero / Tipos de la calle de Alcalá

Los papeles de AF están en el Arken de la Biblioteca Nacional. En el Museo de Arte Moderno de Estocolmo se conserva buena parte de su obra: MME

  1. La naturaleza programática de la composición estaba lista para que Pär Lagerkvist la apreciara críticamente. La pintura de F destaca las famosas palabras de Ingres: »El dibujo es la honestidad del arte». La pintura es conocida como un símbolo del neoclasicismo sueco del siglo XX. En 1923, F interpretó una composición más elegante »Ingres en el estudio de David. II».

José de Orueta: Memorias de un bilbaíno (1870 a 1900)

Memorias de un bilbaíno, 1870 a 1900 / José de Orueta. San Sebastián : Nueva Editorial, 1929. Orueta repasa algunas familias noruegas que se instalaron como colonia comercial en Bilbao. Es muy interesante desde una perspectiva imagológica.

En noruegos y suecos también hemos tenido colonia y, en gran parte, adaptada y fundida ya en Bilbao por sus enlaces. Don Hilario Lund fué de los primeros y más importantes noruegos que se estableció para el comercio de productos de su país, madera y bacalao, tomando su casa grandes vuelos y con resultado. Don Hilario fué un señor alto, rubio y bondadoso, tipo clásico escandinavo y que, expansivo y generoso, se captó siempre las simpatías generales; fué muy amigo de don Emilio Castelar, a quien tenía en admiración. Casado con una señorita buenísima, íntima amiga de mi madre, doña Juana de Ugarte, tuvo una descendencia con sello escandinavo, toda ella inconfundible. Su hijo mayor, Hilario, fué amigo íntimo nuestro y queridísimo. Una noche de Navidad, en ¡os tiempos de nuestras capillas, después de cantar ¡a misa dei gallo en los Carmelitas de Begoña, bajamos a Bilbao; alguien tenía un silbo o una ocarina y a la una y media de la madrugada se nos ocurrió bailar un aurresku en la plaza de Santiago. En ello estábamos cuando, del fondo de la noche brumosa y de la calle Bidebarrieta, vimos atravesar, a escape, una camilla cubierta, llevada en hombros, y varias personas apresuradas detrás, en dirección a Achuri. Alguien se destacó de nuestro grupo y, preguntando, supimos por él que un dependiente de casa de Lund, herido en accidente, era conducido al Hospital Civil. A! dfa siguiente supimos toda la verdad. Hilarlo, nuestro querido amigo, después de una alegre cena de familia, festejada doblemente en su casa por recuerdo de un gran premio de lotería en igual fecha de ctro año, había sido victima de un accidente mortal, nunca bien explicado en sus causas.
Para todos nosotros, que ¡e queríamos entrañabíemente, fué una gran pena y para la familia un golpe espantoso. El pobre don Hilario apenas levantó cabeza ya y se fueron con «Hilarito> todas sus alegrías y expansiones.

Otra hija, Juana, casó con nuestro querido amigo don Aniceto de Achúcarro, de quien ya se habla en otro lugar de este libro como médico y gran aficionado a la música, y su descendencia ha sido de frutos brillantes, sobresaliendo el malogrado doctor Nicolás Achucarro, de tan corta pero brillante historia en la medicina española; otra casó con Pedro Clausen, noruego también y que fué socio de la casa; y oíro hijo menor, Luis, a quien apenas tuve ocasión de tratar, vivió varios años después, dejando descendencia.

El señor don Pedro Clausen era también afable, fino y bondadoso, de gustos sencillos y familiares y tuvo amistad con don Otto Kreizner, el mismo alemán antes citado.

La de Mowinckel fué también oíra familia noruega interesante de esa colonia. La primera generación debió ser muy antigua; y al fijarse en Bilbao, algún otro hermano lo hizo en Santander, donde hubo otra rama dedicada también al mismo negocio del bacalao y la madera. Los padres murieron o marcharon a Noruega, no lo sé, y, mientras, la casa seguía en Bilbao. De los hijos, y de chicos, conocí a Gerardo y Conrado y a una muchacha hermana, algo mayor que ellos, preciosísima y que también llamaba la atención como belleza en Biarritz, en 1874, a donde emigraron durante el bombardeo.

Pasados algunos veinte años, los dos muchachos, recién casados, volvieron a Bilbao; primero, el uno y, luego, el otro a ponerse al frente de su casa. Conrado, que vino el primero, recuerdo nos dió a sus antiguos amigos y tos de su familia, una comida memorable, a la que asistió Pacho Gaminde, que era un entusiasta de Noruega.

Nos recibieron él y su esposa, que era una simpática muchacha noruega, llamada Elga, y, reunidos los invitados, que éramos diez o doce, pasamos a un gabinete inmediato al comedor, donde una
mesa llena de aperitivos del Norte hacía de prólogo. Platos de caviar, arenques, pescado ahumado y todo género de preparados picantes y fuertísimos se rociaban con aguardiente de Danzig, Ginebra, aguardiente ruso y ot^os explosivos, en los que su fuerza expansiva natural estaba aún reforzada con pimientas de todas partes, mostazas y amargos. Una buena sentada en la mesa del prólogo y
ya tirábamos humo al pasar ai comedor, donde con toda solemnidad nos sentábamos alrededor de una mesa, preciosamente adornada, y donde cada comensal tenía enfrente de sí unas doce copas de varios tamaños, formas y colores, como índice de la música que había de envolver la suculenta letra de aquel magnífico drama lírico. Unas sopas de cangrejos y rabo de buey, bien sabrosas y picantes también, para ponernos a tono, y luego… una serie de platos fuertes con otros de legumbres, salsas y adornos que no tenía fin y que, porno ser prolijo, diré solamente que duró en su sucesión tres horas
largas y que, seguramente, las boas, al prepararse para su sueno de
todo el invierno, no llegan con mucho a lo que para nosotros fué la
provisión de aquel día. Esto en la letra, en lo sólido; porque en la
música, en lo líquido, yo’no he visto en los días de mi vida nada parecido a lo que allí nos presentaron de beber los amos generosos de
aquella casa. Ya he dicho lo de las doce copas, todas llenas por turnos
y rellenas aun después del turno y en cuanto estaban vacías, pero
esto era lo de menos, pues esa era la pitanza voluntaria de cada
uno, encima de ia cual habfa la oficial y obligatoria y que consistía
en lo siguiente: Apenas ingerida la sopa, el dueño de la casa, después de una amable alocución, que empezaba y terminaba con el famoso Sckoll, tomó un enorme cuerno de búfalo o no sé qué otro
animal bovino y que hasta entonces estuvo sobre el aparador; este
cuerno tenía un aro de plata en su parte ancha extrema, donde estaban grabados los nombres y fecha de la boda de los anfitriones;
otro aro, como cintura, en el centro, daba apoyo a dos grandes
patas de ave, también de plata, y su punta, que se apoyaba en la
mesa forrada del mismo metal, hacían, para el conjunto, un apoyo
con el borde hacia arriba. Conrado descorchó dos botellas de champagne, con las que llenó el interior del cuerno y, después del Sckoll
final y del saludo, él y su mujer bebieron de él, pasándolo para igual
formalidad al primer invitado, haciendo lo mismo éste y, así, de
uno a uno, en ronda, hasta volver al dueño de la casa. Este bebía
otro trago, volvía a pasar y, así, durante toda la duración de la comida, siguió circulando sin cesar por la mesa el cuerno, con la sol?
intermitencia a que obligaba el volver a llenarlo cuando el interior se
vaciaba.
Es de advertir que, según la leyenda norteña, que allí se citó, la
felicidad de los cónyuges dependía de nuestra resistencia en aquel
trance y, por tanto, era imposible negarse a consumir turno, so pena
de grave descortesía. Toda la defensa posible era el pequeño retraso por ocupación bucal y el cerrar prudentemente los labios al levantar el cuerno y el codo con él.
Pacho decía que con aquello del cuerno más que borrachos llegaríamos a estar ahogados, pero que comprendía que para apagar lo
de los arenques y cangrejos con aguardiente, que decía le andaban
ya como cohetes en ¡a tripa, ya hacía falta aquella bomba muñidpai, que hacía, además, de pedal de órgano en la fiesta.
Después de la comida el café, los licores y de nuevo los aguardientes.
AI levantarnos, después de las tres horas, en la mesa del prólogo
y de los aperitivos de antes sendas filas de botellas de cerveza,
jarras y vasos, con o sin tapadera, nos esperaban hospitalarias, Invitándonos a aplacar la sed. Nos sentamos una hora más y al levantarnos, ya de noche, decía Pacho, en guasa, a todos que no se fueran, porque en Noruega, a donde él solía ir y por eso sabía, era de
muy mal gusto y estaba mal visto el no quedarse a cenar en la casa
en que ha sido uno invitado a comer. A pesar de ello, salimos, después de dar las gracias por tan espléndido banquete y ya entrenados
para viajes a Escandinavia.
Conrado y su señora pasaron tres o cuatro años y se fueron a
Noruega, viniendo a sustituirlos Gerardo, su hermano mayor, con
su señora, distinguidísima, sportiva, especialmente en náutica, y con
distinciones por ello del Rey de su país; y tan agradables y simpáticos los dos, como sus hermanos que les precedieron. Los frecuentamos bastante y se identificaron mucho con la vida de Bilbao, marchándose también a su país dos o tres años después y dejándonos
grato recuerdo.
Don Federico Langoor y su señora Rajna, director él de «La Compañía de Maderas*, fué también un matrimonio de noruegos, muy
simpáticos, finos y agradables. Vivían en la casa transportable de
madera, que antes he citado, en frente de la Salve y final de Uribitarte. Yo les traté algo, y conservo muy buen recuerdo, pero Pacho Gaminde era muy asiduo. Solía ir por las noches a hacer tertulia a su
casa y llegó a tener muy estrecha amistad. Los veranos los pasaban
en gran parte en Noruega y en una hermosa posesión dentro de un
precioso «fjord>, no lejos de Cristianía. Pacho fué varias veces con
ellos y a la vuelta nos contaba las maravillas y sus entusiasmos por
aquel país, donde «en verano no saben cuándo dormir las gallinas
porque es un día perpetuo, y en invierno, como todo es noche, hay
que cenar fres veces, jugar mucho al tresillo y dormir mucho>.

Conservo de él una preciosa enría de allí escrita y que firma «Calón*, nombre de un rico minero de entonces; costumbre que tenía en
casi todas sus carias y adoptando nombres variados de millonarios
y poderosos. En ella, y después de unas descripciones efusivas del
país, en donde según dice: «no sube ni baja la marea y no hay botas
viejas, ni galos muertos en la orilla y es todo una presfosidad»; se
extasía ante e! hecho de haber visitado la cárcel de Cristiania, toda
limpia y relucíeníe, y donde en aquel momento no había ningún preso, porque según él, «nadie meresía en el pueblo. |Ya ves qué felises/>, añade, y termina: «En este momento vengo de acompañarle a
Adscr una visita a Rajna, y mientras ella dentro de la casa visitaba,
yo he estado fuera paseando y comiéndome ¡a pared que era de frambuesas. jY pensar que nosotros creíamos que aquí no hay más que
bacalaol
»Adiós, recuerdos a todos esos. Pronto iré a tomar horchata y al
palco con vosotros. Tuyo, Calón*.
Otros noruegos, todos ellos muy agradables, hubo que yo apenas
conocí, dependientes de las casas de Lund y Mowinkell, que vivieron
muchos años y se hicieron bilbaínos ya de hecho; de entre ellos traté
y conocí a uno llamado Hans.
Y por último, los Suizos. Yo no conocí más que de vista a los
que de ordinario aparecían en los mostradores del café y pastelería
de su nombre y fundación; pero debieron ser éstos gente muy amable
y que tenía muchas simpatías y relaciones en Bilbao. En mi época,
Antonino Mayor era uno de los de su mayor intimidad y hacía con
ellos íertulia en repostería y cocinas. Si, como parece cierto, el café
de la Plaza Nueva lo fundaron en 1811, han sido varías las generaciones que han pasado por ahí, hasía los últimos que fueron sus poseedores. Son, por tanto, dignos de señalarse por su antigüedad y
su obra entre las colonias extranjeras en Bilbao.
El famoso y antiguo letrero pintado en lienzo, que aún se conserva en la entrada del café primitivo y por los arcos de la Plaza Nueva,
señala esa fecha, y era mofivo de admiración para nosotros, de chicos. Dos camareros con sendas palillas rubias, de gorra, frac cruzado, paníalón corto de seda, con sus mandiles delante, sostienen
con una mano el cartel y muestran con la otra al curioso el texto de

SU leyenda, escrito en caracteres italiano, primero; de cursiva inglesa,
luego, y góticos en la última línea, y que dice así:
Café Suizo y Pasteierfa
de M atossy y C o m pañía
fábrica de toda clase de licores
y venden vinos generosos
españoles y extranjeros.
A los lados de ambos camareros hay en una mesa, a la derecha,
algunos adminículos de servicio y, entre ellos, un pastel, montado en
forma de kiosco, con cuatro columnas, y en el otro lado, además de
unas copas y botellas de formas y colores atrayentes, una bandeja
con sendos helados o sorbetes blancos, cremas y rosas que surgen
de las copas en penachos rizados, que nos embobaban, haciéndonos
relamer de gusto al contemplarlos.
A juzgar por el letrero, los fundadores eran de una honradez exquisita. Hoy no se atrevería ningún establecimiento de su clase a
anunciar que fabrica sus licores, ni aun para convencernos que son
de confianza; y tienen que ser de Holanda, Escocia, Francia o el
Báltico, para ser, como exige la clientela, legítim os. Pero, además de
la honradez declarada, debieron ser de mucha probidad en cuanto
a las calidades y factura de todo cuanto vendían, que era superior.
Pronto les valió esto justa fama, y así, de este primer café bilbaíno,
se propagaron por toda España y, años después, no había capital de
provincia en ella sin su café Suizo correspondiente.
Más adelante, la razón social pasó a ser «Matossy, Fanconni y
Compañía», y aunque este segundo nombre, como el primero, son de
origen italiano, debió ser suizo también el nuevo socio y ‘ambos
de esa región fronteriza de cuatro naciones y que de antiguo tiene
fama de producir grandes hoteleros, restauradores y cafeteros.
y yo no sé si serán recuerdos ilusorios, pero puedo decir por mí,
que como aquellos Oporío, Moscatel, Málaga, y aquellos Anisete,
Rom y Cognac del Suizo viejo, no he vuelto a paladear más.
Recuerdo de un famoso Rom, en botellas redondas y bajas, que
cuando la fuerte grippe (dengue) de 1894-96, hizo furor como remedio infalible para reaccionar, traspirar y curarse después de un letar­
go encanfador. Y fambién, que en tal ocasión llevé una de ellas a un
Ingeniero alemán de Zorroza y amigo, a quien encontré muy postrado. Le dejé la famosa botella y al día siguiente me dijo que, después de vaciarla a tragos, había pasado la noche soñando que él era
una locomotora, con escapes de vapor por todas partes y hasta con
calor y silbidos apropiados, encontrándose después feliz y tranquilo
y complctamenfe curado.
En cuanto a la pastelería y bombones ya he hablado de ellos con
otros motivos y me relevo de más elogios, con sólo repetir que eran
excelentes.
Así, pues, e! café Suizo en Bilbao, con sus excelencias, llegó a ser
una institución. A su alrededor se agruparon luego el Club de Regatas y la Sociedad Bilbaína, que se servían, en gran parte, de su bodega y repostería. En su salón de arriba, adornado con columnas y
terciopelo rojo, se dieron bailes importantes; años más tarde jugaban sus famosas partidas de ajedrez Pepe Vitoria y mi padre político,
don Alejandro Rivero, tarareando éste sin parar, mientras, cl himno de
Riego, y siendo ambos dos ases de ese juego, entonces. En su billar
hubo sensacionales partidas de desafío entre grandes jugadores, y
además, toda nuestra generación pasó jugando por aquella mesa.
Hubiese sido, pues, imperdonable no citar a esta colonia suiza tan
interesante y cuya labor tanto arraigo tuvo en nuestra Villa.

Carmen de Burgos en Escandinavia (1915)

Carmen de Burgos (1867-1932) más conocida como Colombine, viajó por Escandinavia en 1914, poco antes del estallido de la Gran Guerra. Cf. Mis viajes por Europa: Suiza, Dinamarca, Suecia y Noruega. PDF

Cabe resaltar el interés de sus consideraciones sobre las artes y tradiciones nórdicas, tan desconocidas todavía en España, y que a lo largo de los capítulos dedicados a Dinamarca, Suecia y Noruega nos muestra con la perspicacia y el sentido propios de una mujer conocedora de las ideas estéticas de su tiempo, perfectamente válidas en su mayoría.

Selma Lagerlöf había recibido el Nobel en 1909, de modo que ya era conocida en España. Colombine lamenta que no ha podido verla porque estaba en Italia, y dice que la influencia del sur será beneficiosa para su obra.
V. H. de Sanz Calleja, 1915.

Carl Sam Åsberg (1888-1961)

Carl Samuel Åsberg (Gävle, 22 de octubre de 1888-Estocolmo, 7 de mayo de 1961) fue un escritor y traductor sueco. Åsberg trabajó en periódicos y revistas como Svenska Dagbladet, Stockholms-Tidningen y Vi. Era hijo del director Jonas Åsberg, fundador del astillero Hammarbyverken, y Kerstin Hillman. Estudió en Lund y Uppsala y fue asistente de biblioteca en Uppsala (1918-1919).

Åsberg estuvo casado con la cantante Helmi Wegelius-Åsberg (1893–1953).

En 1926 publica Placeres españoles: imágenes y estados de ánimo de España (Spanska nöjen, 1926; con ilustraciones de Bertil Damm. Mi ejemplar lleva una dedicatoria del autor para P. Lindroth, fechada en Estocolmo, våren 1930):

Och om mitt liv blev blott en dröm, som ingen lände till beröm, och om min styrka är en «usel karaktär» – så tänker jag: Låt gå! Låt gå! Det är kan hända bäst som så! De dansa väl, de dansa väl i Spanien ändå! [Y si mi vida se convirtió en solo un sueño, que nadie elogió, y si mi fuerza es un «carácter pésimo», entonces pienso: ¡Déjalo ir! ¡Déjalo ir! ¡Es mejor así! ¡Bailan bien, bailan bien en España de todos modos!]

En 1948 Åsberg vivió en España, pero luego regresó a Suecia.