La conquista del horizonte. Viaje por Galicia, Alicante, Andorra, Biarritz, Marruecos, Checoslovaquia, Escandinavia, Suecia, Dimanarca, Alemania, Bélgica, Holanda… (1932). Fernández Flórez simpatiza con el socialismo (especialmente con el nórdico), si bien desprecia cualquier forma de igualitarismo u obrerismo.
Wenceslao Fernández Flórez dice en O terror vermelho (1938) que no pudo salir de Madrid el 18 de julio de 1936 para Lisboa y luego para Escandinavia por el estallido del Alzamiento Nacional:
Entonces proyecté ir hasta Estoril, plácido y bello lugar, que encanta y no perturba, donde pensaba preparar unas conferencias ya contratadas con la Sociedad Hispano-Escandinava, para que fueran pronunciadas en Oslo, Estocolmo y Copenhague durante el mes de septiembre siguiente. Tenía ya en mi cartera el billete en coche cama para Lisboa, y debía salir el día siguiente. Muchas veces pensé después cuántos meses de angustia me costó un pequeño atraso de doce horas.
Por lo demás, en Una isla en el Mar Rojo la «mujer heroica» no es la española tradicional, novia del protagonista, sino una chica de padre español y madre escandinava que toma cócteles; al principio, el protagonista no se la toma muy en serio, pero al final es ella la que realmente está enamorada y se sacrifica por amor, no su novia española. Así la describe:
Tiene algo de exótico en su belleza: la disposición de los pómulos y las finas cejas un poco inclinadas hacia dentro, y el color del pelo, de un rubio blanco infrecuente en nuestras latitudes. Su madre, casada con un español, es escandinava. Erna y yo nos hemos conocido en la Sierra, en el placer de esquiar, al que ella se entregaba con un voluptuosos y atávico gusto de la nieve, envolviéndose en ella con los gritos y el braceo y el dinamismo de un baño de mar, impregnada de un atractivo nuevo y picante con su traje noruego y su gorro de lana y su boca roja en la que parecían haber entrado también los copos. ¿Sus años? No sé… ¿Quizá veinte?
En Svenska Dagbladet se publica una reseña de este libro («En spanjor ser på Sverige» -Un español mirando a Suecia-, 23.07.1933), en la que se puede leer:
«Un país bien regado», es la opinión que recibe Suecia. En ninguna parte parece que el escritor haya visto tan artísticas disposiciones de jardín ni macizos de flores tan cuidados. Por lo demás, en otros aspectos de un país tan cultivado -no hay analfabetos. Con tristeza, se entera de que un exitoso libro sueco se publica en muchos miles de ejemplares más de los que un autor español en circunstancias felices puede esperar.
En Saltsjöbaden, disfruta de la belleza de la vida bañista sueca y se pierde en un amor espontáneo y honesto por el agua. Pone en sus costumbres vinícolas en el restaurante Freden , bebe snap y se decepciona especialmente, cuando no consigue llevar una botella a casa de Madrid como muestra. Qué regulación tan extraña. Su cómplice no es el primer sueco que, frente a un extranjero, se documenta como humorista simplemente relatando hechos. Fläorez señala además que los restauradores suecos son buenos psicólogos, que entienden la importancia de construir un hotel en cada hermosa ensenada del lago.