Fru Dahlman i sin vackra gamla ärvda mantilj. Klädd i svart klänning och svart mantilj brukar spnajorskorna ännu idag besöka minst sju kyrkor varje skärtorsdag. Men katedralen i Sevilla räknas ensam som fyra.
Carmen Dastis (Jerez-Madrid, 1987) era estudiante de Medicina en Madrid en 1933. En 1938 se casó en Jerez de la Frontera con el ingeniero sueco Eric Dahlman (-Madrid, 1982), representante en Sevilla de la empresa de corcho Wicanders korkfabrik. El matrimonio tuvo dos hijos: María del Carmen «Gegy» (Madrid, 1941) 1 y Carlos Dahlman Dastis (Estocolmo, 1946).
El matrimonio salió de Lisboa en marzo de 1945 a bordo del Dahlia, último barco de naranjas portugués (DN, 5 marzo 1945, 7 y 14).
A raíz de esto, los Dahlman aparecen en una página de la Svensk Damtidning (22, 2 junio 1945, p. 8.): «Ingen ger komplimanger» («Nadie te echa piropos».
La familia reunida leyendo un libro de cuentos. Pinocho es el favorito de la hija.
Casó con Lars Olof Grundell de Gotemburgo en 1960 ↩
Se (32, 9-16 agosto 1957, 16-19). Vad har han som inte vi har? (¿Qué tiene él que nosotros no tenemos?). Reportaje de Gits Olsson con fotos de Kary H. Lasch y Anders Engman.
Sobre las chicas suecas que van los domingos a los cafés al aire libre de Kungsträdgården a buscar españoles, italianos y franceses.
Vad är det för fel på Johansson?.
Kungsträdgården vimlar av italienare, spanjorer, fransmän. Kring utlänningarna vimlar de svenska flickorna. Vid sidan om -ratad, bortglömd, snäst- står Johansson. Vad är det för fel på Johansson? Tja, hans främsta fel är kanske, att han är just Johansson, Johansson så in i Norden.
En Las suecas (Gian Luigi Polidoro, 1960) y en Il diavolo (1963), con Alberto Sordi y Polidoro, se puede ver todavía el ambiente del que habla el reportaje.
Elisabet Norström (22 años), Yvonne Niklasson (16 años) y Eva Marie Andersson (18 años) llegan a Barajas (lunes, 7 junio 1965) para pasar unos días en Espana, invitadas por el Ministerio de Información y Turismo tras ganar un concurso cultural del Bildjournalen (Arriba, 8 junio 1965).
La «novela gráfica para adultos» Tres suecas en España (Toray, col. Salomé no. 192, 1966, 64 páginas).
Hauxine Harmens (1908-1936) era la mujer del cónsul de Finlandia. En la madrugada del miércoles 22 de julio de 1936, en el quinto piso del número 20 de la avenida Libertad, Hauxine, alarmada por aquellos primeros disparos que empezaban a resonar por las calles de San Sebastián, tomó la imprudente decisión de asomarse al balcón. Aquella decisión le iba a costar caro. Una bala traicionera fue a herirla en el vientre. Su situación era doblemente grave, pues estaba embarazada.
Pronto acudió en su ayuda una ambulancia. En ella viajaba un bombero para, precisamente, ayudar en el traslado de la mujer. Tras recoger a Hauxine, la ambulancia marchó a toda prisa con dirección a la Casa de Socorro, en la calle Easo con Larramendi, cerca del choque entre militares y anarquistas (Calles Urbieta y Larramendi).
En este preciso instante, la desgracia vuelve a cebarse con Hauxine: la ambulancia fue tiroteada. Una de las balas que atravesaron la parte trasera del vehículo, fue a herirla mortalmente en la boca. El bombero que la acompañaba solo recibió un rasguño en una oreja y la suerte de poder ver su guerrera agujereada por las balas sin mayores consecuencias. Nadie sabe de dónde partieron las balas que la asesinaron.
Tan pronto como llegó la ambulancia al benéfico establecimiento, el médico, tras ver que no podía hacer nada por Hauxine y contemplando el avanzado estado de gestación, decidió practicarle una cesárea en un intento de salvar al bebé. Fue inútil, la criatura moriría pocos instantes después de la operación.
Hauxine Harmens se convirtió oficialmente en la primera persona en ser atendida en la Casa de Socorro durante la batalla de San Sebastián y la primera víctima de la Guerra Civil en San Sebastián. Apenas contaba con 28 años. Su muerte, junto la sensación de inseguridad y el cierre de comunicaciones, hará que los extranjeros residentes en la ciudad empiecen a pensar en la evacuación.
En Carta abierta a una sueca (1974), Ángel Palomino (1919-2004) clasifica a las suecas (suecas suecas, suecas inglesas, suecas francesas, suecas alemanas, e incluso suecas españolas) en 3 categorías:
– la sueca veinteañera y cimbreada, la ‘fetén’, la muy difícil de ligar
– la sueca ‘madura’ en todos los sentidos de la palabra
– la sueca ‘desesperada’, que el autor recomienda no coger en auto-stop si se la encuentra por las carreteras del sur.
Palomino había publicado en 1971 Torremolinos Gran Hotel, libro en el que esboza el tipo de la «sueca» en la noruega Redda Gehrson.
Manuel Puig (1932-1990) vive de mayo a septiembre de 1959 en Estocolmo. Virginia Higa le dedica un texto en El hechizo del verano (2023), basado en las cartas originales a la familia que le proporciona Graciela Goldchluk, su editora.
«Seguí lavando copas y escribí mi segundo guión, Summer Indoors1, una comedia sofisticada, inspirada en los filmes de Irenne Dunne y Cary Grant, de diálogo ingenioso, en pésimo inglés… […] Mientras los hacía [los guiones] estaba entusiasmado, pero cuando veía el producto terminado me daba cuenta que no eran más que “refritos” de películas que me habían impresionado, filmes de la década del treinta. Copiaba y copiaba mal. No creaba. Sólo trataba de prolongar, a través de mis libros, aquellas horas de espectador infantil. La situación era dramática: estaba por cumplir treinta años y yo, que había despreciado una carrera universitaria, no había querido ir a trabajar con papá, había renunciado a muchas cosas que dan seguridad, descubría, de pronto, que mi gran vocación por el cine no era tal, que todo era una enorme equivocación. Entonces, desilusionado, regresé a la Argentina.
Verano entre paredes. La acción transcurre en Lucerna. En un ambiente irreal, aparece el motivo de la presión de la mirada familiar y el ambiente de pueblo ↩
Acaba de salir una biografía sobre Adolfo Rodríguez Bravo (Ponferrada, 1948), que formó parte de Los Boing y Los Íberos, uno de los grupos más rabiosamente modernos de los 60 y miembro de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán.
Torremolinos, 1966
Adolfo Rodríguez Bravo conoció a Marie-Anne (Umeå, 1942) en Torremolinos en 1966. Marie-Anne llevaba desde 1964 en Torremolinos, viviendo con sus padres. Trabajaba en un buen restaurante regentado por una pareja sueca y estaba saliendo con un cantante alemán, que «se la pasó» a Rodrigo. Era 6 años mayor que él y estuvieron 25 años juntos.
Marie-Anne aportó a Los Iberos el conocimiento de ciertos grupos suecos, como The Spotnicks o Hep Stars («Sunny Girl») 1.
En 1967 se fueron a Madrid, siendo la pareja hispano-sueca de moda.
Señora azul (1974), lo más parecido a un hit que tuvo nunca el grupo, propició un equívoco cultural, se tomó como una parábola de los últimos días de Franco y el régimen, el de los azules, como una alegoría sobre la censura y la arrogancia de la oligarquía, pero el grupo siempre lo negó, reduciendo la letra a mera ironía sobre los críticos musicales. Pero, antes de que se pudiera aclarar la confusión, la canción ya era lo que al pueblo quisiera que fuera. «Una muestra más de que el público hace suyo el significado de las canciones, más allá de lo que sus autores pretendan decir», zanja Moya.
Octubre 1975
Adolfo llegó a Suecia con un bebé al caer (el niño de la fotografía) y dispuesto a empezar de cero en la ciudad natal de su mujer, Umeå. Allí le esperaba la familia de Marie-Anne, compuesta por los padres, la abuela Ruth (encantadora y diminuta mujer de origen lapón), sus tíos y su prima Eva.
La vuelta definitiva a Umeå fue en octubre de 1975. A los pocos días, el 15 de octubre, nio nacer a su hijo Stephan, lo que grabó en super 8. Rodrigo y Marie-anne estaban instalados en el piso de los padres de ella, pero los servicios sociales les proporcionaron otro piso (de 3 habitaciones) en diciembre de 1975. El Estado sueco se hizo cargo de los gastos de la pareja mientras Rodrigo aprendía sueco.
Marie-Anne y Rodrigo decidieron entonces casarse, en la Helena Elisabeth kyrka, de Umeå. Rodrigo se trajo a un madre Rosa a Suecia, donde estuvo un año.
Su profesor de español era un peruano llamado Luis Campunay, que le dijo de dar clases de lengua él mismo, lo que hizo con un mapa de España y una guitarra.
Suecia (1975-1985)
En Suecia trabajó en una plantación de pinos (recogiendo esquejes de rodillas) o en la Umeå Dental Lab, un laboratorio de prótesis dentales (reparando dientes, coronas y puentes). Aunque la música seguía siendo su gran pasión, tenía experiencia de sobra de lo que se cocía en la industria, así que esperaba de la música lo justo. Tras haber experimentado varios sinsabores pensó que le vendría bien desdoblarse hacia otra profesión. Adolfo se aplicó en serio en su nuevo trabajo: combinó su trabajo como protésico dental con sus estudios de sueco.
Los Grethe:s Grupo de Umeå. Rodrigo era guitarrista y cantante.
Lapp Liga
Mientras arreglaba dentaduras suecas, Adolfo alimentó el gusanillo musical girando por lugares remotos (hasta el Círculo Polar Ártico) con bandas locales de nombres irresistibles, como La Liga Lapona.
“En el viaje a Kiruna [la ciudad más septentrional de Suecia, en la que tocó con La Liga Lapona] llegaron a sufrir temperaturas de 30 grados bajo cero, aunque sus compañeros suecos lo afrontaban con normalidad. Adolfo sintió cuando salió del vehículo que se le congelaban los párpados y las fosas nasales, le costaba respirar. ‘No respires muy hondo’, le aconsejaron los suecos”, según el libro. Adolfo, por tanto, puso mucho de su parte para integrarse en Suecia, pero el Estado también hizo lo suyo. Era la fase dorada (tardía) de la socialdemocracia sueca. Al poco de aterrizar en el país, a Adolfo le pagaron piso, los gastos del bebé y un salario hasta que aprendiera sueco y pudiera valerse por sí mismo. “Suecia tenía sus cosas, también diferencias de clase, pero era un país mucho más horizontal e igualitario que España, con querencia por la justicia social. Adolfo aprovechó el tirón”, razona Concha Moya.
Entonces pidió una excedencia en el laboratorio dental de Umeå y entró en la Framnäs folkhögskola, escuela de musical de Piteå. Allí pasó los últimos años de su estancia en Suecia, estudiando Historia, Sociología, Geografía y Religión. Montó espectáculos curiosos que aparecieron en la prensa de Piteå (una versión de Blancanieves, por ejemplo, o un Festival de Navidad en 1981).
Foto de 1983, casita de madera de la Suecia profunda, junto a un río con garzas y castores, a unos 650 kilómetros al norte de Estocolmo. En la foto hay dos treintañeros españoles de pelo largo. El de la barba es Rodrigo García, que ha viajado hasta ahí para convencer a Adolfo Rodríguez Bravo de reunir a su antigua banda -Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán (CRAG)- separada una década antes tras publicar la madre de todos los álbumes malditos: Señora azul -puesto número once en la lista de Rockdelux de los mejores 100 discos españoles del siglo XX.
Vuelta a España
El dilema existencial de Adolfo durante la visita sueca de Rodrigo no era sencillo. Su adiós a España, en julio de 1975, fue algo más que una pedrada para huir de la industria musical española o de una banda con demasiados gallos. Había más cosas. Tras no pocas cavilaciones, Adolfo dijo sí a Rodrigo cuando fue a buscarle donde viven los renos. En 1984, volvió a España. C.R.A.G. regresó al estudio -el disco Queridos compañeros. La cosa salió otra vez regular. Hubo flashbacks incómodos del legendario (pero frustrante) primer disco del grupo… Contexto musical setentero de C.R.A.G: «la tercera vía». Fue la etiqueta de la crítica para una nueva hornada de bandas influidas por el folk gringo de la costa oeste, con guitarras y voces suavemente crepusculares. Rock acústico fluyendo en mil direcciones. Rodrigo formó primero Solera con José María Guzmán. Tras un puñado de buenas canciones y un intento fallido de fichar a Adolfo y a Juan Robles Canovas, Solera se disolvió, dando paso a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. El nombre era un guiño a una banda emblemática, Crosby, Stills, Nash & Young, pero también sonaba a bufete de abogados, y era “complicado repetir dos veces seguidas sin equivocarse», recuerda Moya, «un nombre anticomercial reflejo de las diferencias que hubo en el grupo desde el principio, hasta para decidir nombre”, recuerda Moya. Pero cuando Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán se pusieron a componer, surgió la magia. El álbum Señora azul.
Dos años después de cambiar su ordenada vida sueca por el resbaladizo sueño de la resurrección de C.R.A.G, el grupo volvió a romperse, entre el desinterés de las compañías y la eterna disputa interna. «Se repetía el funesto final de la primera unión de los C.R.A.G., agravado porque la ruptura resultó aún más dolorosa. Adolfo se sintió el peor parado y el que sufrió el mayor descalabro. Había traído a una familia a España detrás de un proyecto en el que creía firmemente pero que había sido dinamitado una vez más. Los C.R.A.G. habían vuelto a tropezar con la misma piedra», cuenta el libro.
El disco, que salió en Hispavox, contó un productor refinado, Rafael Trabucchelli, al que Guzmán describió así: «Italiano de Milán, aficionado al whisky con agua, porque decía que era bueno para las arterias». Además de trincar, Trabucchelli tenía un oído fino para los «fondos orquestales» y los arreglos fetén. El colchón adecuado para que Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán pudieran desplegar sus encantos musicales y literarios. «Además de su sentido de la melodía y las extraordinarias letras de sus canciones, están considerados como el mejor grupo de voces del país, gracias a la mezcla vocal que lograban», cuenta el libro.
PREGUNTA. ¿Por qué se fue a Suecia con una carrera musical lanzada? RESPUESTA. Te va a sonar raro, pero el momento más álgido de mi vida no fueron mis discos o echarme a la carretera a los 16 años: fue cortar por lo sano e irme a Suecia. Yo tenía 27 años, la famosa edad de la fama y el rock [(Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison murieron a los 27]. Lo que sentí a los 27 años es que ya lo había hecho todo en la industria y que lo de la fama no daba más de sí. Mi mujer se quedó embarazada. Decidí dejarlo todo y conocer otra realidad de la vida. Volví a nacer en un lugar donde no conocía a nadie y cuyo idioma no hablaba. ¡El Caudillo estaba cerca de morirse y no se me ocurrió otra cosa que irme!
P ¿Cómo se tomó la ‘fuga’ su entorno musical?
R. Algunos pensaron: «¡Está loco! ¡Lo deja todo para arreglar dientes en Suecia!». Ahora que lo pienso, recuerdo mis imágenes con bata blanca en un laboratorio dental sueco, y me parece que fue un sueño. Pero debió ser realidad porque tengo un hijo medio sueco.
P. ¿Qué le dijo Rodrigo cuando fue a buscarle a Suecia?
R. Me habló de la Movida madrileña.
P. ¿Cómo?
R. Tal cual. Yo no tenía ni idea de qué era eso de la Movida, llevaba una década en Suecia desconectado de absolutamente todo. Rodrigo me dijo que había un nuevo movimiento pop que lo estaba agitando todo, que las compañías querían que grabásemos otro disco y que igual había llegado nuestro momento. ¡Como el hombre había recorrido 4.500 kilómetros para contarme eso, yo me lo creí!
P. Salió mal.
R. Sí, y lo pagué muy caro. Lo aposté todo a volver a España, arrastré a mi familia conmigo y al poco me arruiné [tras fracasar la resurrección de C.R.A.G., abrió un restaurante que se fue a pique]. Fue todo una catástrofe. Me costó el divorcio de mi estupenda exmujer. Así se escribe la historia. Luego, eso sí, no me faltó el trabajo. Hasta giré con Camilo Sesto y pisé varias veces Eurovisión.