Entrevista a cargo de Birgit Thomreus Sparre (Flen, 1903-Ulricehamn, 1984), que era una joven adoptada por el conde Carl George Sparre. Cuando este murió en 1920, Birgit y su madre Signe Thomreus (mujer de fuertes convicciones feministas) se dedicaron a viajar por el extranjero y a entablar relaciones con numerosas personalidades de todas las esferas, del mundo del arte al de la política (desde actores de Hollywood al rey Alfonso XIII, por ejemplo).
Entre su obra destacan algunas obras dedicados al mundo hispano, ya que, desde muy joven, hizo viajes de gran lujo a diferentes lugares de España junto con su madre, . Su primer libro está basado en su estancia en Tenerife: Ön av eld och lava («La isla de fuego y lava», 1925).
El reconocimiento y la popularidad le llegaron a partir de 1928 con la publicación de Gardarna runt sjon (Los caseríos alrededor del lago) inicio de una serie de novelas del género «herrgfudsromaner», novelas de mansión o de granja . En la década de los 30 publica la novela Maria del Carmen y visita Madrid, donde se relaciona con los círculos intelectuales.
«Hos Spaniens popularaste och samtidens mest originalle diktare. En visit hos don Ramón del Valle-lnclán som lever kvar i Filip II:s tidevarv, hotas av häktningar, skriver liggande och hatar alla främmande språk» [«En casa del poeta más popular de España y más original de los tiempos contemporáneos. Una visita a casa de don Ramón del Valle Inclán, que vive en la época de Felipe II, está amenazado de arresto, escribe acostado y odia todas las lenguas extranjeras»] (Revista Hispano-Escandinava, 2, 13-14) .
El artículo de Sparre resulta un testimonio ciertamente infrecuente, y no sólo por estar escrito en sueco. Nos presenta la visión que tuvo del escritor una joven extranjera con inquietudes intelectuales, algo ingenua, que se propuso la ardua tarea de entrevistar al escritor más popular y más temido de España. Como era esperable, se sintió algo intimidada por las leyendas que circulaban sobre su carácter dificil, pero el autor gallego pronto le demostró que no era tan irascible como sugerían los rumores y anécdotas que se propagaban sobre su persona No creo que ningún otro entrevistador le haya preguntado al creador gallego una cuestión tal como qué es lo que éste aprecia más en la humanidad. Sus interpelaciones reciben respuestas algo lacónicas, aunque curiosas, salvo en el caso del tema de las traducciones de sus obras, que Valle rechaza por falsificar el original y porque no está en su mano supervisar el diseño del libro como objeto artístico.
Hay traducción de Gabriel Göthlin.
En casa del poeta más popular de España y más original de los tiempos contemporáneos.
Una visita a la casa de don Ramón del Valle Inclán, que vive en la época de Felipe 11, está amenazado de arresto, escribe acostado y odia todas las lenguas extranjeras.
Una capa, una barba ondulante de color blanco plateado, una figura renacentista en la edad contemporánea, un poeta, un soñador y un aventurero. Esa era la descripción que una vez me dieron de Ramón del Valle lnclán, el escritor más original de los tiempos contemporáneos y el estilista más grande de su país. Hay otra descripción de él, que se acerca aún más a la verdad. Está en la portada de sus mundialmente famosas Sonatas, donde presenta al enigmático Marqués de Bradomín con estas pocas palabras:
«Era un admirable Don Juan. iTal vez el más admirable!. .. Era feo, religioso52 y sentimental.» Bajo esa descripción se esconde un secreto; pues detrás del Marqués de Bradomín se oculta el mismo autor. En las memorias del aventurero de ficción, Ramón del Valle lnclán revela su alma de héroe, su corazón de galán y su misantropía.
Siempre toma a Benvenuto Cellini como modelo para las maravillosas vidas que relata con un arte narrativo clásico.
Igual que a un caballero renacentista a Ramón del Valle-Inclán le encantan la paz de los conventos, las iglesias en penumbra, los castillos oscuros de altas salas con guadamecí.
En la vida pone en primer lugar la mística y la aventura y, ante unos ojos oscuros y labios color rojo granate, su lenguaje se vuelve vibrante y tierno en perfección lírica. Entre hazañas, en momentos de reposo el autor del Marqués de Bradomín revela su deseo más secreto: poder convertirse algún día en un prelado anciano que goza del favor del emperador mientras confiesa a reinas y jóvenes infantas …
En medio de una ruidosa gran urbe, a la luz de velas parpadeantes y con letras capitulares escribe Ramón del Valle-lnclán sus obras de poesía y prosa con maestría estilística, obras que despiertan la admiración de un mundo entero53
Ningún escritor contemporáneo tiene tan poco que ver con sus tiempos como el viejo noble español y nadie como él ha sabido rodear su vida de un secretismo casi legendario. En su país natal goza de una popularidad singular y muchos consideran que después de Cervantes es el más grande de los escritores españoles. En Madrid circulan continuamente los rumores y anécdotas más increíbles sobre este hombre extraño que tozudamente sigue viviendo en la época de Felipe 11. Nunca aparece en público, nunca acepta una invitación y raras veces recibe visitas. Los rumores dicen que siempre escribe acostado y si sale de paseo siempre es al alba, cuando la ciudad aún duerme. Nunca vacila en expresar su opinión sin rodeos tanto de viva voz como por escrito y, como político, es una personalidad temida. Desprecia las reformas sociales modernas y a causa de su carácter contestatario, más de una vez órdenes de arresto por razones políticas han forzado al anciano Ramón a abandonar su vivienda.
Hay tres cosas que Ramón del Valle Inclán detesta particularmente: Entrevistas, extranjeros y traducciones. Por lo tanto, ha despertado regocijo que yo, estando en Madrid, haya tomado la súbita decisión de visitar al poeta de difícil acceso, capa ancha y barba larga. Los mejor informados sobre sus peculiaridades consideraban una empresa sin esperanza siquiera intentarlo a no ser que, por casualidad, te llamaras Lucrezia Borgia o llevaras algún otro nombre de sones medievales. Sin embargo no he desesperado sino que me he confiado a una Providencia solícita y benigna. Don Ramón tenía unos amigos que también eran amigos míos. A ellos he confesado mi anhelo de conocer al renombrado y discutido Valle lnclán, y un buen día, para sorpresa de todos, llegó de verdad una invitación del autor del Marqués de Bradomín. La invitación iba acompañada por la petición amable pero resoluta de que solamente se hablase español durante la visita y ni una palabra extranjera se profiriese en su presencia. El patriotismo de Don Ramón se expresa, entre otras cosas, a través de su aversión a todas las lenguas extranjeras.
Después de muchos consejos benévolos de que no dejara que sus sarcasmos incisivos pesaran demasiado sobre mi ánimo, caminé a la hora convenida al hogar del veterano escritor.
Enseguida caí en la cuenta de que vivía en uno de los barrios más modernos de Madrid, sin el ambiente medieval al cual su nombre está irrevocablemente ligado54
Con una pizca de taquicardia llamé a la alta verja que separaba el asfalto negro de la calle de las escaleras de mármol blanco y deslumbrante.
Al momento siguiente me encontraba en una entrada con armas de reluciente acero sobre el brocado rojo de las paredes y cuadros ennegrecidos de caballeros, santos y mártires.
Ya no cabía duda de que había llegado al lugar correcto.
Una sombra cayó a través de una puerta y una dama de ojos oscuros y brillantes, con una peineta en el pelo negro y con raya, se me acercaba lentamente.
«Mi marido le espera» me dijo como respuesta a mi saludo.
«Tenga la amabilidad de acompañarme junto a él». Era la joven esposa del escritor, la famosa «tragedienne» María
Nunca olvidaré la primera impresión de Ramón del Valle-lnclán. En una habitación en penumbra y con una temperatura tropical, extendido sobre un diván entre cojines de colores candentes yacía un pequeño anciano con una barba ondulante sobre la blanca camisa de seda y los pantalones de terciopelo negro. Una figura quijotesca con fisonomía de Tolstoi.
Una sonrisa de sátiro y una mirada de autócrata detrás de las gafas con montura de carey. Hacía señas con la mano mientras
se tiraba impacientemente de la larga barba.
«¿Ha venido usted para comprobar algunas de las muchas mentiras que se dicen de mí?» El tono era burlón, pero la voz y el lenguaje eran como música sonora.
«En absoluto», respondí algo sorprendida «Realmente he venido para hacerle una pregunta, don Ramón: ¿Quién es el escritor más grande de su país?»
Le tocaba a don Ramón poner cara de sorprendido. De repente se encendió un rayo en los ojos de color gris de acero y con convicción tranquila respondió:
«Soy yo.»
«Siguiente pregunta, don Ramón. ¿Qué figura clásica de las letras aprecia más?»
«Ninguna»
«Otra pregunta antes de darme por satisfecha. ¿Qué es lo que aprecia más en la humanidad?»
«La locura.»
Un destello de picardía había aparecido en la mirada detrás de las monturas de carey y me ofreció amablemente su mano.
«Ahora usted ha conocido a del Valle Inclán mejor que la mayoría.» Soltó una risa liberadora y alegre. «No soy tan peligroso como cree la gente. Mi espada se oxidó hace mucho
tiempo.»
Había algo fascinante en la figura delgada sobre el diván.
Cuando hablaba uno tenía que escuchar por las buenas o por las malas, pues, como los oradores griegos, poseía un poder en su voz que conquistaba toda resistencia.
«Soy un hombre viejo que he vivido toda mi vida sólo en
hora de proporcionar datos sobre mí mismo, pero si hay algo en particular que usted quiera saber, intentaré responder lo mejor que pueda para que su visita no haya sido en vano.»
Me había sentado en una butaca al lado del diván y, en la penumbra, su cara demacrada con sus rasgos cincelados me parecía extrañamente irreal. Como olas de plata centelleante, su larga barba flotaba alrededor de él. Me hizo pensar en un concurso jocoso de una publicación famosa de Madrid. «¿Don
Ramón lleva corbata o no? y si la lleva ¿de qué color es?»
iEl concurso no tuvo ganador!
«¿Es verdad que usted escribe un libro en una semana?» le pregunté, animada por su amabilidad.
Don Ramón asintió con la cabeza
«Escribí la Sonata de Primavera en tres días y hay libros que he escrito en dos días, pero entonces no duermo ni como.»
«¿Usted siempre escribe acostado?»
«Sí, siempre. Hubo años que no abandoné mi lecho o este diván. En parte es por costumbre, en parte es una manera simple de no tener que encontrarme con gente estúpida, y, a lo mejor la razón de más peso – porque siempre he estado enfermo.»
«Sin embargo usted sabe mejor que nadie cómo describir la alegría de vivir.»
«iJusto ahí reside la explicación! Sólo los enfermos entienden cómo se debe vivir la vida. Los que gozan de buena salud nunca tienen tiempo para eso.»
«Lo que usted dice me da más pruebas de que el Marqués de Bradomín es usted mismo.»
Sonrió melancólicamente.
«Tal y como soy en mis sueños – pues en ellos podría moldear el corazón de un gran rey.»
«Cuando le escucho hablar lamento, más que nunca, que sólo tengamos una de sus obras traducida al sueco56.»
De nuevo se encendió un relámpago en los ojos grises.
«Ya es una de más», respondió con violencia. «La literatura clásica nunca se puede traducir. Siempre queda deformada y falsificada. Aborrezco sólo pensar que mis obras fueran editadas en volúmenes vulgares y ordinarios. El diseñográfico es el marco de la obra literaria, por eso tengo mi propia imprenta y yo mismo dibujo todos los adornos tipográficos57, todas las letras capitulares y todos los cientos de detalles que se funden con mis pensamientos y mi lengua. El hombre contemporáneo no entiende la belleza de los detalles, pues carece de individualidad – y sin ella no se pueden crear genios … »
Se escucharon pasos corriendo y risas alegres. La puerta se abrió velozmente, la habitación se llenó de la luz del sol y cuatro niños de pelo negro y rizo y ojos oscuros entraron de
golpe. Las facciones de Don Ramón se iluminaron con una sonrisa feliz y orgullosa. Extendió los brazos y los niños subieron volando a la ancha otomana y enterraron vivo a Don
Ramón debajo de brazos y piernas en movimiento. En aquel Don Ramón que yacía rodeado de los niños riéndose se encarnaba la noción de mi niñez del encanecido y barbiblanco PapaNoel.
«No solo soy un poeta y un soñador» dijo y recobró el aliento. «iTambién soy padre de cuatro niños ingobernables!
Queréis saber quién es el mejor contador de cuentos del país,
ese es … »
» … es papá», añadió la hija pequeña de Don Ramón, María
Antonia, de cuatro años.
Birgit Th. Sparre
En 1934 publica un cuento «La cabeza de Cristo» en castellano en la revista Lecturas (154, marzo 1934).