Archivo de la categoría: Comercio

Elección de Señorita Apelsin (Estocolmo, 1959)

En Estocolmo se presentaron 5 candidatas: Anne-Marie Machnow, Elisabeth Nyström, Cristina Ericsson, Anita Malmborg y Ulla-Britt Lindström. Se eligió el 28 de febrero a Nyström.

El 6 de marzo de 1959 se celebró el concurso final en el Ambassadeur (Kungsgatan, 18), Spanien-Gala organizada por Joaquín Herráiz. En la velada se eligieron una Señorita apelsin («Señorita Naranja») y dos «Mandarinas»: Elisabeth Nyström (Estocolmo), Beata Lowenadler (Gotemburgo), y Birgitta Friman (Malmö), las cuales fueron obsequiadas con un viaje a España, en concreto a las Fallas de Valencia de ese mismo mes.

Spansk afton (1957) en el Vinterträdgård del Royal

A principios de mayo de 1957 tuvo lugar una «spansk afton» (noche española) en el Vinterträdgård del Grand Hôtel Royal, uno de los lugares privilegiados de Estocolmo. Lo recogieron las cámaras de SF-Revy. El acto principal consistió en un desfile de modelos inspirados en Carmen.

Pabellón de Suecia en la Exposición de Barcelona (1929)

Editorial: Chocolates Eduardo Pi (1929) 11 x 7,5 cm, cartoncillo.

El pabellón fue obra de Classon. La Torre (Funkis) con su forma piramidal, salió en 1928 del aserradero de Örbyhus, Suecia, y fue transportada por mar hasta la Montaña de Montjuïc, Barcelona, en donde fue erigida en 1929.

Petición ciudadana «Reconstrucción de la Torre del Pabellón de Suecia» en el mismo lugar donde fue levantada durante la Exposición Internacional de 1929, en Montjuïc. El objetivo es lograr una réplica respetando la técnica original de su construcción en madera, fiel ejemplo del funcionalismo de la época, en sueco “funkis”.

Un sueco en Jerez (La bodega, 1905, de Blasco Ibáñez)

El empleado sueco en Jerez (cap. 1):

Dos empleados extranjeros, uno francés y otro sueco, eran tolerados como necesarios para la correspondencia extranjera; pero don Pablo les mostraba cierto despego, al uno por su falta de religiosidad y al otro por ser luterano. Los demás empleados, que eran españoles, vivían sujetos a la voluntad del jefe, cuidándose, más que de los trabajos de la oficina, de asistir a todas las ceremonias religiosas que organizaba don Pablo en la iglesia de los Padres Jesuitas.

La visita del agente comercial sueco (cap. 2):

Los Dupont tenían un viajante sueco, el mejor agente [propagandista] de su negocio. Colocaba miles y miles de botellas del vino de fuego que producía Marchamalo, en aquellos países septentrionales de noches casi eternas y días de pleno sol, que duran meses. El viajante, después de muchos años de servicios a la casa, había venido a España, pasando por Jerez, para conocer personalmente a los Dupont. Don Pablo había creído indispensable el invitarlo a comer con su familia.

Horrible tormento el que sufrió su madre ante aquel desconocido, enorme de cuerpo, rojo y hablador, con esa alegría infantil de los hombres del Norte cuando se ponen en contacto con el sol y los vinos de los países cálidos.

Doña Elvira acogía con una sonrisa traidora su charla incesante en un español trabajoso; los gritos de asombro que le arrancaba el haber visto tantas iglesias, tantos frailes y curas, tantos mendigos, los campos cultivados como en los tiempos prehistóricos, las costumbres bárbaras y pintorescas, las plazas de ciertas poblaciones llenas de hombres con los brazos cruzados y el cigarrillo en la boca, esperando que fuesen a alquilarles.

Dupont tosía fingiéndose distraído como si no oyese al huésped, mientras su madre seguía con asombro los estragos que hacía el forastero en los platos. ¡Qué manera de comer! Aquello no podía hacerlo un cristiano. Además, era rojo, como Luzbel y Judas, el color de todos los enemigos de Dios, y su cara inflamada, de ogro en plena digestión, le hacía recordar las de los malos espíritus que gesticulaban horrorosos en las láminas de su devocionario. ¡Y tener que tratar herejes de esta clase, que se burlaban de un país cristiano porque aún conserva puros e intactos los recuerdos de tiempos más felices! ¡Verse obligada a sonreírle, porque era el mejor cliente de la casa!…

Cuando Dupont se lo llevó, terminada la comida, la señora hizo que los criados quitasen apresuradamente el cubierto, los vasos, todo lo que había servido al forastero, sin que ella se atreviese a tocarlo. ¡Que jamás volviese a ver aquello en la mesa! El negocio era una cosa y otra el alma, que debía conservarse limpia de todo contacto impuro. Y al volver los criados al comedor vieron a doña Elvira, con la pililla de agua bendita de su dormitorio, rociando apresuradamente la silla en que se había sentado el ogro rojo e impío.

Cecilia Vasa y la «comisión» del capitán Francisco de Eraso a Suecia (1578)

Cecilia Gustavsdotter Vasa (Estocolmo, 1540-Bruselas, 1627) era la hija favorita del rey fundador sueco Gustav Vasa. Vivió en la corte de Johan III.
Cecilia nació en 1540 y por lo que se sabe llevó una vida normal de princesa de su época hasta cumplir los 19 años. Cecilia se vio involucrada en 1559 en el llamado escándalo de Vadstena, de tipo sexual, durante la boda de su hermana Catalina y el esposo de ésta en Vadstena. Por un lacayo del castillo se supo que Juan, hermano del novio de su hermana, trepó hasta la ventana de Cecilia. La noche siguiente, el duque Erico, el hermano mayor de las princesas, ordenó vigilar y logró sorprender a Juan y a Cecilia en clara actitud erótica en la cama juntos. Erico ordenó encarcelar a Juan durante nueve meses. En esa época la gente no se casaba por amor sino para crear alianzas entre reinos y familias nobles. Los dos jóvenes tenían las hormonas alborotadas. ¡Escándalo nacional!

Cecilia Vasa se había convertido al catolicismo en 1578 a través del embajador de España Francisco de Eraso, de misión fracasada en Estocolmo 1. El Rey Johan III se enfadó y mandó en arresto domiciliario a Francisco. La prohibió a Cecilia que tuviera comunicación con Francisco, pero obviamente eso no le impidió a Cecilia organizar una reunión con él. Cecilia fue descubierta y se decretó un busca y captura en toda la ciudad de Estocolmo. Cecilia fue detenida pero quedó impune. Esto para Cecilia ya fue la última gota y decidió que no quería seguir viviendo en Suecia.

Poco después de salir Cecilia de territorio sueco fue puesto en libertad Francisco de Eraso. Francisco y Cecilia se encontraron por el camino a Baden y vivieron juntos un tiempo. En 1579 llegó Cecilia al condado de su difunto marido con la intención de recuperar las tierras que le correspondían a ella en herencia. No tuvo mucha suerte en las negociaciones hasta que su hijo mayor, Eduardo Fortunato, fue nombrado margrave/marqués de Baden-Rodemachern en el año 1588.

El escándalo más grande fue sin duda alguna el hecho de quedarse embarazada, varios años después de quedarse viuda. Se supone que el padre de la hija de Cecilia fue Francisco de Eraso. Cecilia quería tener a su hija, pero su hijo Eduardo Fortunato le quitó a la niña nada más nacer y la entregó a un convento de monjas. No se sabe casi nada de la hija de Cecilia. Se hizo monja y eligió el nombre de Charitas. No fue hasta el año 1622 que Cecilia y su hija pudieron conocerse. Cecilia pasó el resto de su vida viajando y con una intensa vida social. Se metió en problemas constantemente por pedir dinero prestado y no devolverlo. Varias veces tuvo que huir de sus acreedores.

  1. Magdalena de Pazzis Pi Corrales: «La «comisión» del capitán Francisco de Eraso a Suecia: una posible alternativa al conflicto con Flandes». En Felipe II (1527-1598): Europa y la monarquía católica: Congreso Internacional «Felipe II (1598-1998), Europa dividida, la monarquía católica de Felipe II (Universidad Autónoma de Madrid, 20-23 abril 1998) págs. 617-634

Anuncio en cartón de naranjas españolas de los años 60

Hoy (19.07.2020) me he hecho con este cartel original de naranjas españolas de los 60. Cartón duro enmarcado; en perfecto (milagroso) estado, con trazas innegables de originalidad (investigaré de qué año es). Me parece una buena pieza para mi colección de trastos hispano-suecos. Mide 80x28cm. El cartel reza: «NJUT medan finns / härliga tunnskaliga SPANSKA», algo así como «DISFRUTELAS mientras existan / fantásticas de piel fina ESPAÑOLAS». Ya está colgado en un rincón de mi casa. Sol de España en Estocolmo.

Aquí tenemos fotos de la llegada de un cargamento de naranjas españolas a la estación de tren de Estocolmo en enero de 1961.

Exposición de arte español en Estocolmo (1896)

Tengo en mis manos el catálogo de la Spanska Konstutställningen 1896 («Exposición de arte español de 1896»), que tuvo lugar en Estocolmo, en 1896, a iniciativa del Ministro Plenipotenciario español Marqués Prat de Nantouillet. La muestra tuvo lugar en los locales de la Sveriges allmänna konstförening (SAL, en Kungsträdgården), una organización sin ánimo de lucro que funcionaba desde 1886.

La nómina de los 89 artistas es bastante curiosa -toda la obra en venta en francos franceses. Entre los que más me suenan están: Serafín de Avendaño, Mariano Benlliure, Lorenzo Casanova Ruiz, Juan Espina Capo, Plácido Francés Pascual, Juan José Gárate, Baldomero Gili Roig, Heliodoro Guillén Pedemonte, Enrique Jaraba Jiménez, José Jiménez Aranda (el de Madrid y el sevillano), Agustín Lhardy, Arcadio Más Fondevilla, Isidoro Millás y Jugo, Carbonero Moreno, Mariano Oliver-Aznar, José Pinazo Martínez Jun, Casto Plasencia, Francisco Pradilla, Augustin [sic] Querol y Subirat, Luque Roselló, Alejandro Saint Aubin, Emilio Sala, Marceliano Santa María, Teodoro Andreu Sentamans, Joaquín Sorolla y Bastida, Ignacio Ugarte, José Villegas…

En general, se trata de cuadros de estilo costumbrista de pintores que hoy son poco conocidos. Esta muestra se exhibió en Suecia y en Noruega (países unidos entonces), y fue patrocinada por el príncipe Eugenio de Suecia, pintor él mismo y gran aficionado al arte, además de importante mecenas. Su residencia es hoy un museo de gran importancia: Waldemarsudde.

Alejandro Saint-Aubin publicó en la sección de arte de la revista Ord och Bild (1896) un reportaje sobre ≪Spanska konstnärer på den skandinaviska utställningen≫ (Artistas españoles en la exposición escandinava). A continuación, tenemos también la reseña de la exposición a cargo de Karl Wåhlin (1861–1937).