Publicado en Diario de Burgos el 7 de mayo de 2018
Jesús Borro Fernández
Una persona muy cercana a mí emigró a Suecia durante la década de los años sesenta del siglo pasado. Se trataba sin duda de un destino exótico para la época, y cuando volvía a su pueblo en los veranos, sus paisanos se sorprendían de verle tomando el sol con una radio de pilas (entonces, las mayoría de las radios eran de válvulas). Además de un montón de trastos de lo que entonces se podía denominar como alta tecnología, se trajo algunos libros en sueco, que gracias a la ayuda de las aplicaciones informáticas, he podido traducir en algunas de sus pasajes más interesantes.
Concretamente, me refiero a una guía sobre España, escrita en 1965 por Olof Hanquist, y que es el texto perfecto para saber con bastante aproximación lo que pensaban sobre nuestro entonces paleolítico país nuestros vecinos europeos, era el inicio del «Spain is different». Del libro se desprende que el autor conocía perfectamente la península, pues continuamente se refiere a vocablos españoles y oficios hoy desaparecidos, como el sereno, la vendedora de tabaco, los limpiabotas, el afilador, los aguadores… Las corridas de toros (Tjurfäkning) son ineludibles para un nórdico, y les dedica siete páginas, nada menos. Para hablar de nuestro idioma, toma una conocida locución latina del siglo XII que compara el castellano con el sonido de trompetas y tambores: Illorum lingua resonat quasi timpano tuba, y establece su origen en la «primera ciudad de Castilla la Vieja, Burgos». Un apartado específico lo dedica a la mujer española (Spanjorskan), criticando de entrada el estereotipo español de la ópera Carmen, con una gitana como modelo; Hanquist proclama que «el ideal de las mujeres españolas es y ha sido la Santísima Virgen», afirmación que refuerza con los nombres más comunes en la época, como Rosario, Carmen, Mercedes… nombres religiosos todos ellos. También lanza algunas puyas cuando observa que a un español no le gusta que sus hijas reciban educación superior, o que los aspectos morales son más importantes que los propios libros de texto; remacha sin pelos en la lengua que «a los 30 años, las hijas ya se parecen a sus madres».
Sin embargo, no todo era tan oscuro, identifica los piropos como algo típicamente español y común en Madrid y Andalucía, relata el sueco que «no se considera un cumplido decirle a una joven lo inteligente que es, el mejor tributo es decirle lo hermosa que es», y pone algunos ejemplos chuscos, como «Si nadaras en el Ártico, el hielo se derretiría», afirmando que las bellezas nórdicas en las playas españolas «ciertamente están expuestas a una gran variedad de piropos». Además de estos apuntes, el grueso del libro es un paseo por las peculiaridades de las diferentes regiones españolas, en lo que concierne a Burgos, tiene elogios para la Catedral, la Cartuja y el Poema del Cid [sic]; cita a nuestra ciudad como «primera capital de España» y cuartel general de Franco durante la Guerra Civil. El famoso Cristo de Burgos, y la historia del ataúd de hierro del Cid cautivan igualmente al autor escandinavo, que relaciona la enfermedad mental del príncipe don Carlos con la de su ascendiente, Juana la Loca, tachándole literalmente de idiota (Idioten). Del Poema del Cid cuenta que es la primera gran obra de la literatura española, y orgullo nacional, origen de los cantos provenzales y de la Chanson de Roland, como todos los extranjeros que visitaron nuestra ciudad desde el mismo Napoleón, se deshace en elogios hacia el héroe castellano, nuestro Cid.