El vodevil de Barreby Sueca para todo se estrenó el 23 de julio de 1969 en el Teatro Cómico de Madrid. Adaptación de C. Romero. Intérpretes: Maite Toledo, Chon Molero, Nida Álvarez, Roberto Samsó, y Enrique Vera. Lorenzo López Sancho (ABC, 25 julio 1969, 61):
Ignoro quién es Barreby, qué obras ha escrito, ni dónde las ha estrenado. Desconozco, en qué ciudad, en qué país subió por vez primera a un escenario ésta que, bajo el título de Sueca para todo ha tenido el señor Romero la mala fortuna de patrocinar, como en un violento mentís a todas sus promesas y vocaciones de autor joven. Sólo sé, por Juan Emilio Aragonés, que los pocos críticos que asistieron a su estreno abandonaron el local al final del primer acto. Me enorgullezco de mi resistencia, de mi probidad profesional. Yo solo me di a la huida al final del cuadro en el que Ferdinand, disfrazado bajo el nombre de Fernand, y bajo una cortina, arrastra a la sueca hacia la alcoba. Ya no podía más, pero ahí queda esa marca de resistencia con la que aspiro a clasificarme como el crítico más paciente del año.
Cuando yo era un muchacho, comedias así se representaban en los escenarios de ciertos cafetines de Madrid y provincias. Era el café-teatro de entonces y se basaba en la trasparencia y cortedad de las camisas, en la supresión de ropajes interiores y en la celeridad de las entradas y salidas. Sueca para todo, un poquito más vestida, gracias al cuidado de nuestra censura de espectáculos, es, pese a todo, tan soez como aquellas piececillas de los años treinta. Tan soez, cierto y muclio más idiota. Los personajes son todos admirablemente imbéciles, superbamente inmorales, desde ese padre increíble que cambia de nombre e identidad con el sólo objeto de apuntarse la sueca y que goza para ello de la complicidad de su hijo, un imbécil al que la sueca se ha apuntado de la suegra del hijo, que ha cubierto el apuntamiento amoroso de la sueca y el niñato; de la propia esposa, que es meningítica de nacimiento, y de la propia sueca, una imbécil mayor que todo Escandinavia. Ni una palabra inteligente brota de los labios de estos personajes, ni un atisbo de humanidad. Todo el problema se reduce a saber si el padre desvergonzado, a fuerza de cortinajes, va a conseguir de la sueca lo que ésta con un simple estrip-tease de urgencia ha conseguido del hijo. Es ir directamente a la procacidad inútil, a la pornografía de intención. Y que conste que la pornografía puede ser un elemento justificable cuando encierra, como en Henry Miller, en Gombrowitz, una intención de catarsis, de destrucción, de salvación por la ruptura liberadora.
Si la comedia es pésima y su traducción pobre y desvergonzada, jugando a los equívocos del lenguaje que ya despreciaban las revistas del teatro Martín en los desvergonzados tiempos de Aparisi y Lacalle, la interpretación es peor, lo que supone un fabuloso salto, una marca olímpica. Roberto Samsó es el actor más vulgar, de peor gusto, de más ramplonas maneras que he visto en mi vida, y cuidado que es difícil poder ser tan categórico. Maite Toledo, ni vestida ni menos vestida logra ser importante o atractiva. Nilda Alvarez nada tiene que aportar al teatro español, y si Chon Molero logra efecto tan difícil como sintetizar la nada, Enrique Vera obtiene un éxito admirable fijando los caracteres del niño cursi y repeinado de tal manera, que supera todo lo que nuestro desconocido Barreby podría esperar de un actor. No es que pidamos a quienes asaltan en verano los escenarios matritenses que hagan el Rey Lear pero sí podríamos exigirles la malicia de buscarse algo con pimienta en vez de un guisote como éste que no hay estómago x que lo soporte. En el sistema de censura, que por principio recusamos, es inadmisible que mientras se discute largamente si es viable o no una obra de alta categoría como el Malentendu de Camus, pueda autorizarse una grosería estúpida como esta Sueca para todo que va a salirle a sus creadores sueca para nada.