El nombre procede de una novela de Victor Hugo, de 1823. Por esta pensión, que por dos reales ofrecía un camastro infectado de chinches, durmieron buena parte de los bohemios: Armando Buscarini, Vidal y Planas…
En Memorias de un hampón, cuyo narrador es Abel de la Cruz, alter ego del autor (Vidal y Planas), y su muerte arranca de los hampones del dormitorio Han de Islandia la siguiente oración con que termina el epílogo:
Abel de la Cruz: tú que estás en el cielo, porque ya tienes novia que te comprende, ruega por nosotros. Se seca de tristeza nuestro pobre corazón, igual que se secaba el tuyo. ¡Pide a Dios nuestro Señor que nos lo arranque y lo deposite en las manos de la Muerte, novia amantísima de todos los tristes y los locos! (102).
Se describe con detalle prolijo la casa de Han de Islandia, el horrendo dormitorio común donde pernoctan todas las noches unos veinte hampones y que está presidido por un temible viejo que empuña un garrote siniestro:
Al remate de un luengo corredor tenebroso, que hiede a suciedad y miseria, está la alcoba. Es amplia esta alcoba… pero de baja techumbre y muy opaca, con dos ventanucos que dan a un patio interior. Veinte sórdidos camastros se hacinan en la habitación. Las colchas son encarnadas, con caprichosos dibujos negros, como las de los hospitales. En el centro de la alcoba, sobre una mesa perniquebrada, la lúgubre luz de aceite agoniza con agonía tremenda e interminable, con quejumbroso y constante chisporroteo. Y los amarillentos reflejos de esta luz pintarrajean los rostros de los durmientes con pinceladas misteriosas… (26-27). El dormitorio es tétrico. Parece fosa común de cementerio, en la que se pudriesen trágica y fatalmente veinte almas juveniles, floridas… (29).
Cf. la entrada dedicada al “Dormitorio de Han de Islandia” en el Diccionario de la bohemia. De Bécquer a Max Estrella (1854-1920), de José Esteban. Renacimiento, Sevilla, 2017.