Jacinto Miquelarena estuvo en Estocolmo en una escala de un proyectado crucero para cazar osos polares. La expedición tenía previsto salir de Narvik (Noruega), y los participantes venían de Hamburgo a través de Copenhague:
Creo que los expedicionarios podremos hablar muy poco de Estockolmo (sic), que por otra parte no necesita ser descubierto. Todo en Escandinavia es archipiélago y caos insular, aproximadamente. Estockolmo está montada también sobre varias islas y aspira al título de Venecia del Norte, como muchas otras ciudades septentrionales y, desde luego, con menos razón que Amsterdam, el puerto inolvidable de los canales y de los olmos. Mi colección de Venecias y Atenas del Norte, ya tan numerosas, se ha enriquecido esta vez con Estockolmo, donde la ausencia de gondoleros está compensada por una circulación de señoras y caballeros nórdicos, con un dorado yute bajo el sombrero, los trajes o los vestidos nuevos y bien planchados, que forman aparentemente el grupo de ciudadanos de más alto nivel de vida que yo haya visto en estos últimos tiempos. Un almuerzo en el restaurant Skansen -con la ciudad a los pies- a base de incitantes entremeses suecos, que conoce cualquier aficionado a la buena mesa y no olvidará nunca quien los haya probado en el Royal de la Haya, completó nuestra impresión de que nos rodeaba una ciudadanía rica, que explota la riqueza mineral del Kirunavara y la exporta por Narvik; iza su bandera en los cien mil mástiles de la ciudad cuando cumplen anos sus reyes; caza el alce en la Suecia media y ha absorbido al lapón, encendiendo los colores crudos de su indumentaria para mayor gloria del color local, hasta meterle de cabeza en la edad atómica.